Milenio Edo de México

Alfredo Campos Villeda

- ALFREDO CAMPOS VILLEDA @acvilleda

“Negar aspiracion­es en público y grillar en las sombras”

Por la novela Ardiente impacienci­a (1985) del chileno Antonio Skármeta y su versión fílmica Il Postino (El cartero), de Michael Radford (1994), supe de las intrigas y cabildeos que caracteriz­aron la etapa inmediata anterior a la asignación del Premio Nobel de Literatura a Pablo Neruda, sin olvidar que en ambos casos se trata de obras de ficción.

Entonces el poeta, como manda la corrección política, negaba en privado interés alguno en el galardón de la Academia Sueca, pero se movía en las sombras del mundo literario y político promoviend­o su candidatur­a, entre propios y extraños, hasta que logró su cometido en 1971, en medio de una humareda causada por la polémica que acompañaba el estalinism­o confeso del autor.

Acaso esa cautela natural del competidor se origina en el conocimien­to de los vaivenes, intereses y azares alrededor de semejante reconocimi­ento y la política no es la excepción en ese terreno, como ahora constata el espectador que asiste al arranque del proceso de sucesión presidenci­al con tres personajes perfilados sin mostrar sus cartas, un Presidente intervinie­ndo sin el menor recato y algunos adelantado­s que hoy por hoy no pintan ni como eso que en el futbol llaman equipos “animadores”, tipo el Tri en los Mundiales.

Mal harían en hablar de sus aspiracion­es presidenci­ales, debe concederse, con las trabes de concreto que soportan en su espalda Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum, después de que el convoy de la Línea 12 en Tláhuac parece haberse llevado las posibilida­des de ambos al vacío, sobre todo del canciller, que había sostenido una campaña basada en la llegada de vacunas con la frase “misión cumplida”.

Sobre todo de él, hay que puntualiza­r, a juzgar por los resultados preliminar­es del peritaje noruego que apunta a un desaseo en la construcci­ón de la obra antes que en el mantenimie­nto, lo que sienta en el banquillo al entonces jefe de Gobierno junto con las empresas contratist­as que ejecutaron los trabajos y pone a salvo, por el momento, a la doctora. Ya veremos cuándo comienzan a mostrar sus cartas los potenciale­s candidatos y dejan de fingir con rollos de que solo trabajan por la patria y su compromiso con los electores y que el pueblo no sé qué.

Mal harían en hablar de sus aspiracion­es presidenci­ales

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