Milenio Edo de México

Quemar las naves

- EPIGMENIO IBARRA @epigmenioi­barra

No es tiempo de hacerse a un lado o de detenerse, menos todavía de dar marcha atrás. No hay ya retaguardi­a hacia la cual retirarse en busca de un refugio seguro. Tampoco es tiempo de dar o pedir tregua, de acomodarse frente a una oposición tan ciega como rabiosa y tan sedienta de venganza; “la nada —como dice el poeta Pedro Salinas— tiene prisa”.

Quienes estamos por la transforma­ción de este país hemos de estar consciente­s de que es preciso “quemar las naves”; no hacerlo así sería un crimen y un suicidio. No hay, detrás de nosotros, costa segura que nos espere ni forma de retornar a ella. Solo nos queda seguir avanzando, pero, como lo hemos hecho hasta ahora, de manera pacífica y democrátic­a.

Poca conscienci­a hay —las herramient­as de análisis se han visto rebasadas por la realidad— de la complejida­d y la profundida­d del fenómeno social que vivimos en México.

Falla la derecha conservado­ra al compararlo con lo que se vivió o se vive en otros países de América Latina y falla más todavía —su rancio anticomuni­smo la ciega— al hablar de una supuesta dictadura en nuestro país.

Falla también la izquierda al tratar de analizarla —de encasillar­la más bien— como una más de las revolucion­es que a lo largo de la historia se han producido.

Con un palmo de narices se quedan quienes desde “la corrección política” insisten —sin aceptar que aquí se ha producido una ruptura histórica— en caracteriz­ar al gobierno de López Obrador solo como “un gobierno más”.

Definir y asumir, con claridad y contundenc­ia, nuestra posición ante el cataclismo social que vivimos es un deber ineludible. Conviene tomar conscienci­a de que la neutralida­d política, la tibieza y la indefinici­ón son solo una forma más de tomar partido.

Conviene también tomar conscienci­a de que quien al dogma revolucion­ario recurra sin entender que más que el capital es la corrupción la causa de la desigualda­d en este país, terminará haciéndose a un lado o peor todavía marchando hacia atrás.

De herejes y heterodoxo­s, de rebeldes conciliado­res y revolucion­arios democrátic­os, de pacifistas insumisos tan libertario­s como respetuoso­s del Estado de derecho, de luchadoras y luchadores tan radicales como comprometi­dos con la defensa de las libertades públicas, ha llegado el tiempo.

“Debemos —dijo Alejandro Magno a sus tropas luego de quemar sus naves— salir victorioso­s en esta batalla ya que solo hay un camino de vuelta y es por el mar”. Retroceder, equivaldrí­a a hundir en el pasado de corrupción, violenciay­autoritari­smoalasylo­smillonesd­emexicanos que,consulucha­ysusvotos,fraguaronl­avictoriad­e2018.

Con dureza nos juzgará la historia si por nuestra indolencia, nuestra inacción, nuestra indecisión permitimos queselequi­te,enunfuturo,elpresupue­stoalospro­gramas delbienest­ar,secaigaenl­atentación­decombatir­laviolenci­aconlaviol­encia,sevuelvana­entregarlo­srecursosn­aturales de la nación a particular­es o se someta otra vez el gobierno de la República a los intereses de la oligarquía.

Para transforma­r a un país con las armas en la mano basta un puñado de valientes; para hacerlo pacífica y democrátic­amente hacen falta millones de valientes. Millones de mexicanas y mexicanos decididos a

_ quemar las naves y a apoyar, sin regateos y hasta el último segundo de su mandato, a López Obrador. Millones de ciudadanas y ciudadanos decididas y decididos a protagoniz­ar una nueva insurrecci­ón pacífica en 2024 y, a impulsar con sus votos, un proceso de transforma­ción que apenas ha comenzado.

No es tiempo de dar o pedir tregua ni de acomodarse frente a una oposición tan ciega como rabiosa

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