La democracia va
El periódico publicó un editorial a propósito de los resultados electorales en EU y de otros acontecimientos que le dieron fuerza este año al liberalismo. En tiempos oscuros, este texto suena moderadamente optimista...
Gil cerraba la semana con un módico optimismo enquistado en su alma de gacetillero. El periódico Financial Times publicó un editorial escrito por Janan Ganesh a propósito de los resultados electorales en la intermedia de Estados Unidos y de otros acontecimientos que le dieron fuerza este año al liberalismo. En tiempos oscuros, este texto suena moderadamente optimista. Gil presenta un fragmento del texto de marras y marros.
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El año les ha echado a perder su análisis a los simpatizantes de la autocracia: Emmanuel Macron se convirtió en el primer presidente de Francia en ganar la reelección desde 2002. Retiró a Marine Le Pen en el proceso. El político electoralmente más exitoso en Occidente es un centrista y ex banquero que cita a Molière. Imagínese que le hubieran dicho eso en medio del auge populista de 2016. Reino Unido comenzó el año con Boris Johnson como primer ministro y lo termina con Rishi Sunak, lo cual es una mejora moral al menos. Incluso Liz Truss, en un breve periodo que aún así fue demasiado largo, hizo un bien perverso a las instituciones gubernamentales de la nación.
Este fue también el año en que murió el brexit, si no como un hecho de la vida, sí como un proyecto inspirador de nuevos actores. Los antiguos entusiastas lo repudian o culpan por sus escasos rendimientos.
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¿En otro lugar del mundo? Jair Bolsonaro se desvaneció después de un mandato como presidente de Brasil. La OTAN es cada vez más amplia, a medida que Suecia y Finlandia intentan unirse, y más profunda, a medida que aumenta el presupuesto de defensa alemán.
En cuanto a la más poderosa de todas las democracias, atrévase a tener esperanza. Los republicanos del Congreso no siguieron la línea del Kremlin, ni nada por el estilo, respecto a Ucrania. Los votantes de medio término castigaron a los candidatos que llevaban el sello de Donald Trump. Una segunda vida política para ese hombre es menos probable ahora, aunque todavía posible. Es cierto que hubo avances populistas en Italia e Israel. Una contabilidad general del año mostraría que a los autócratas y a sus amigos no les ha ido muy bien en términos de reputación, no solo electoralmente. Lo que han perdido los enemigos del liberalismo en 2022 es más precioso que una cantidad de votos: es el aura de ganadores.
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Más que las reservas de gas, más que los misiles “carrier-killer”, lo que el mundo autoritario cree tener en términos de superioridad sobre occidente es efectividad. La idea de que la autocracia funciona, de que responder a las necesidades humanas materiales es más democrático que celebrar elecciones.
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Los dictadores pueden darse el lujo de parecer insensibles, pero no pueden darse el lujo de parecer ineptos. Si el ataque a Ucrania fue impactante, el fracaso lo fue más. Hubo una ausencia de retroalimentación y autocorrección dentro del sistema (Liz Truss, a pesar de lo condenable que fue su ascenso en la vida pública británica, desapareció en 44 días). Existía la creencia marxista de que la historia tiene un curso fijo en el que el liberalismo se elimina como un gen defectuoso. Así es como los hombres fuertes se han extralimitado desde al menos la primera mitad del siglo XX. Su capacidad real se aferra a esa falsa reputación de efectividad.
Esta columna se ha ocupado de los absolutos del “liberalismo” y la “autocracia”. Gran parte del mundo se encuentra en medio de los dos modelos. La victoria, si podemos hablar de tal cosa, consiste en atraer a quienes dudan. Hubo un tiempo, antes y durante la pandemia, en que ese fue el club de los autócratas. Estuvieron seguros de que se trataba del camino del futuro. Luego vino el año más fortalecedor para el occidente en mucho tiempo.
“Los votantes de medio término castigaron a los candidatos que llevaban el sello de Donald Trump”
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Como todos los viernes, Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras el mesero se
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acerca con la charola que soporta el impagable Glenfiddich 15, Gamés pondrá a circular la frase de Albert Einstein por el mantel tan blanco: “Mi ideal político es democrático. Cada uno debe ser respetado como persona y nadie debe ser divinizado”.
Gils’en va