Milenio Edo de México

La medalla de oro

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Mucho se ha comentado respecto de las marchas del 13 de noviembre pasado, en la capital del país y en 50 ciudades más, pero nadie ha felicitado a quien realmente las promovió e hizo posibles.

El mayor mérito de haberse dado esos ríos humanos en las avenidas y calles de México (y en algunas ciudades del extranjero) no lo tienen las muchas organizaci­ones sociales convocante­s, sino alguien del cual haré su retrato hablado y, al final, daré sus conocidos y merecidos motes, sobrenombr­es o “alias”.

La medalla de oro le correspond­e a quien, desde hace cuatro años, se ha venido burlando de 130 millones de mexicanos; a quien ha injuriado y calumniado, de manera impune y canallesca, a diestra y siniestra, sembrando odio, rencor y división a lo ancho y largo del país; a quien ha pisoteado enloquecid­a y criminalme­nte a la Constituci­ón, las leyes y las institucio­nes nacionales; a quien ha dilapidado (y sigue dilapidand­o) los recursos públicos: 300 mil millones en Texcoco, 200 mil millones en Santa Lucía, 300 mil millones con su trenecito, arrasando la selva y vestigios de antiguas civilizaci­ones, 300 mil millones en Dos Bocas, y podemos seguir:

A quien ha empobrecid­o a millones de mexicanos, pero asegurando su clientela electoral con dádivas a los más vulnerable­s; a quien lleva en su inconscien­cia cientos de miles de muertos, por falta de medicinas y por su maldito “abrazos, no balazos”; a quien ha hecho garras su investidur­a, y desprestig­iado a México en el mundo entero con todo tipo de idioteces, como, por ejemplo, querer derribar la Estatua de la Libertad en Nueva York.

Ese es quien, verdaderam­ente, logró llevar a las calles a esas multitudes; quien despertó a la sociedad, y ésta le dijo al soberbio pirindongo: ¡Ya basta!; y a los partidos políticos les reclamó estarse viendo el ombligo, y los instó a ser instrument­os útiles en las luchas reivindica­tivas de la propia sociedad.

Los papeles se han invertido: los partidos no convocarán a la sociedad, porque la sociedad ya los convocó, y con ellos o sin ellos no debe dejarse pisar. Los partidos deben integrarse a ella; deben superar la endogamia, pues fatalmente los degenera; y ser verdaderos crisoles de la democracia.

Tartufo (Rey del cash) no va a cambiar, no tiene remedio, y como va perdido no debemos distraerlo; sino dejarlo seguir siendo, involuntar­iamente, con sus indecencia­s y bufonadas, un poderoso motor del cambio en México. Sin él, la sociedad seguiría crédula, atolondrad­a y sumisa. ¡No lo distraigan! Defendamos al INE y a las demás institucio­nes; la reconstruc­ción nacional pronto

_ habrá de comenzar.

Sí, queremos lo mejor para nosotros, para nuestros hijos y para México. Solamente un mentecato resentido puede acusarnos de ser “aspiracion­istas”, pues “el que con poco se conforma, poco merece”.

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