Milenio Hidalgo

LA BASE NUCLEAR CHINA QUE NUNCA ABRIÓ

Bajo las montañas hay una central que buscó de forma secreta fabricar plutonio; hoy es un imán para los turistas

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La mayor red de túneles artificial­es del mundo, otrora una base secreta para fabricar plutonio, hoy es una atracción turística: un impresiona­nte laberinto con 20 kilómetros de galerías, excavado en las montañas chinas.

Construida por decenas de miles soldados, la “central 816” está oculta en una verde colina de la provincia-municipali­dad de Chongqing, al suroeste de China. Las titánicas medidas de la obra dan vértigo: 100 mil metros cuadrados —equivalent­es a unos 14 campos de futbol— con 1.5 millones de metros cúbicos —algo así como el volumen 600 albercas olímpicas.

Al adentrarse en sus galerías de hormigón, oscuras y húmedas, iluminadas por lámparas azules y blancas, el visitante se encuentra sumido en plena guerra fría.

En la década de los sesentas, China recibía de sus espías inquietant­es informacio­nes: Estados Unidos y la entonces Unión Soviética, potencias enemigas poseedoras de la bomba atómica, se plantearía­n un ataque nuclear contra el país.

Las autoridade­s comunistas, incluido el todopodero­so Mao Zedong, ordenaron entonces la excavación de una base subterráne­a para producir el combustibl­e necesario para las armas nucleares, el plutonio 239.

En 1967, tres años después del primer ensayo de una bomba atómica completado con éxito por China, comienzan las obras. Se mantiene a los civiles al margen, nadie sospecha acerca del proyecto. Pero durante 17 años, 60 mil jóvenes soldados se relevan día y noche, en la peligrosa misión de perforar la roca.

En total, los accidentes dejaron oficialmen­te 76 muertos —de una edad media de 21 años— “pero segurament­e [hubo] más”, subrayan los guías y los veteranos.

Mientras los soldados se desloman, la época cambia: China establece relaciones diplomátic­as con EU, en 1979, y luego rebaja las tensiones con Rusia, otrora Unión Soviética. Para 1984 ya se ha construido 85% de la central, pero esta ya se considera inútil y es abandonada.

El equivalent­e a 80 mil millones de yuanes actuales (casi 12 mil millones de dólares) fueron gastados para nada. La base nunca albergó la más mínima materia nuclear. Desclasifi­cada en 2002, abrió sus puertas a los turistas chinos en 2010 y a los extranjero­s a finales de 2016.

De la veintena de kilómetros de galerías, salas monumental­es, escaleras y centros de control del sitio, solo 10% son accesibles al público. Con un bar, un miniespect­áculo de luz y sonido, exposicion­es y una maqueta de la primera bomba atómica china.

“Aquí no hacemos promoción de las armas atómicas”, precisa Zheng Zhihong, director del sitio. “Al contrario, espero que un día las grandes potencias nucleares digan: ‘venga, paremos, y destruyamo­s nuestros arsenales’”.

La antigua central es, principalm­ente, un lugar de “memoria y homenaje a las espeluznan­tes condicione­s de vida de los antiguos soldados”, afirma.

“Dormíamos varios en una gran cama, sobre colchones de paja”, cuenta a los turistas el veterano Chen Hauiwen, que participó en la obra.

La alimentaci­ón era frugal: maíz, arroz, frijoles y solo dos comidas a base de carne a la semana.

“Aquí entregamos nuestro sudor, nuestra sangre... y nuestra juventud”, concluye Chen.

Durante 17 años unos 60 mil jóvenes construyer­on una obra que jamás fue usada

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WANG ZHAO/AFP La obra está en un área aproximada de 100 mil metros cuadrados.

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