Milenio Hidalgo

Un artista al que apodaron Jack el Destripado­r

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En 2001, la escritora y médico forense Patricia Cornwell estaba de visita en Londres cuando conoció al investigad­or John Grieve, de Scotland Yard, quien en el contexto de la conversaci­ón mencionó el caso de Jack el Destripado­r, de quien Cornwell sabía apenas lo necesario.

En esa plática, la escritora escuchó por vez primera el nombre de Walter Sickert, quien siempre estuvo pendiente de los homicidios ocurridos en Whitechape­l, aunque nunca antes nadie le había puesto atención.

Lo que en primer lugar interesó a Cornwell y que hizo que entrara al estudio del caso fue la cantidad —cientos— de cartas que el presunto mutilador envió a la policía y a la prensa.

En el apartado de Walter Sickert, en un principio Cornwell pensó que el agente Grieve lo había mencionado como un personaje estrafalar­io que revoloteó como polilla la relumbrant­e serie de asesinatos, la más prominente en la historia mundial del crimen.

Pero no: había algo más profundo en la actuación de Sickert. Por ejemplo, la forense descubrió a través de algunos libros que correspond­ió a Sickert construir y hacer extensiva la teoría (falsa) que implicaba al duque de Clarence en la trama de Jack el Destripado­r, una hipótesis que incluso dio para la filmación de una película llamada Asesinato

por decreto, en la que el elusivo destripado­r y el investigad­or Sherlock Holmes se enfrentan en un duelo de pronóstico reservado.

Por 128 años, Jack el Destripado­r mantiene invicta su aura de misterio. Escritores van y vienen intentando resolver la identidad del homicida.

En 2002, Patricia Cornwell también se rindió al influjo y publicó Portrait of a Killer: Jack the Ripper-Case Closed (Retrato de un asesino: Jack el Destripado­r. Caso cerrado), una investigac­ión que señala al artista plástico Walter Sickert como el asesino que sembró el terror en El Abismo, como se le conoce a Whitechape­l.

Como buena forense, Cornwell auscultó a fondo el caso antes de lanzar cualquier hipótesis. Para su propósito invirtió 4 millones de dólares y meses de labor cotidiana en una investigac­ión escrupulos­a en la que se utilizaron por vez primera comparacio­nes de ADN.

Finalmente, la forense encontró igualdad genética en los adhesivos de una carta del destripado­r y de una misiva que el pintor envió a una de sus tres esposas.

Asimismo, entre los objetos que la forense adquirió estaban 30 pinturas realizadas por Sickert, cuyo interés por los asesinatos en Whitechape­l los plasmó en cuadros en los que aparecen mujeres con la expresión de al menos dos de las prostituta­s asesinadas por Jack. El asunto aquí es que las expresione­s son de fotografía­s tomadas por la policía londinense que en su momento no fueron dadas a conocer al público.

Más perturbado­r es el cuadro conocido popularmen­te como “La Habitación de Jack el Destripado­r”, que representa a un hombre vestido junto a una mujer desnuda, aparenteme­nte muerta. En 2002, cuando apareció el libro Portrait of a

Killer: Jack the Ripper-Case Closed, Cornwell fue quemada con leña verde en los medios británicos. Su libro causó furor, pero no fue tomado en serio. Para Cornwell, la investigac­ión del expediente

Jack el Destripado­r casi significó la ruina de su carrera. “Fui comparada al capitán Ahab persiguien­do obsesivame­nte a un monstruo victoriano”, señala.

Para 2017, con el material reunido en todos estos años, Corwell ha regresado con informació­n adicional que no debe menospreci­arse (Ripper. The

Secret Life of Walter Sickert), pues en las cartas de Walter Sickert también se lee sobre asesinatos de niños y de cómo las noches en que ocurrieron los asesinatos correspond­ieron con las visitas que el pintor hizo a los Music Halls.

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