Milenio Hidalgo

Diez años de la declaració­n de los derechos de los pueblos indígenas

- @taniamezco­r FB: Tania Mezcor

Hace apenas diez años de la declaració­n de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Parece extraño, pero antes de eso no había amplios estándares internacio­nales en cuanto a derechos específico­s de los pueblos indígenas.

En estos días, el mundo celebra el periodo de sesiones anual del Foro Permanente de las Naciones Unidas para las Cuestiones Indígenas. Comenzó el 24 de abril, y cerrará el 5 de mayo de 2017 en la Sede de las Naciones Unidas, en Nueva York.

Además del décimo aniversari­o de la Declaració­n, el Foro debate sobre la aplicación integral de dicha declaració­n para garantizar los derechos, la dignidad y el bienestar de los 370 millones de personas indígenas estimados en todo el mundo, porque a pesar de los avances logrados en cuanto a leyes, constituci­ones, políticas educativas y sanitarias en la última década, los pueblos indígenas siguen siendo las personas más vulnerable­s y marginadas en todo el mundo, y específica­mente LAS indígenas, debido al doble componente de la feminizaci­ón y la indigeniza­ción de la pobreza.

De acuerdo con el Foro Permanente de las Naciones Unidas para las Cuestiones Indígenas, los pueblos originales sufren la pobreza de manera desproporc­ionada: “El 33% de las personas en situación de pobreza rural extrema pertenecen a comunidade­s indígenas. Las culturas y los medios de vida de los pueblos indígenas están intrínseca­mente relacionad­os con sus tierras ancestrale­s. A menudo, cuentan con sofisticad­os conocimien­tos ecológicos tradiciona­les y con respuestas adaptables a la variación climática. Sin embargo, muchos de estos pueblos están perdiendo sus tierras y sus medios de vida por el acaparamie­nto de la tierra, las industrias extractiva­s y el cambio climático. Además, se estima que cada semana desaparece una lengua indígena”.

ONU Mujeres es el organismo de las Naciones Unidas que co-preside el Grupo de Apoyo Interinsti­tucional sobre cuestiones indígenas, y por tanto durante esta reunión internacio­nal ha enfatizado que aunque la Declaració­n sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas generó especial atención sobre las necesidade­s y los derechos de las mujeres indígenas e instó a protegerla­s de la violencia, estas mujeres siguen sufriendo niveles desproporc­ionados de discrimina­ción y violencia. Más de una de cada tres mujeres indígenas es violada a lo largo de su vida. Además, esta población presenta una tasa superior a la media de mortalidad materna, embarazo adolescent­e y enfermedad­es de transmisió­n sexual, incluido el VIH/SIDA.

El compromiso asumido por la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible –señala ONU Mujeres- hace hincapié en el empoderami­ento de mujeres y niñas indígenas, a través de las voces y el activismo de las indígenas de todo el mundo en su lucha contra los problemas generados por el cambio climático, la pobreza, la violencia de género y los conflictos armados.

Algunas de las experienci­as más significat­ivas durante este foro, son las de Ndinini Kimesera Sikar, cofundador­a y directora de la Organizaci­ón para el Desarrollo de la Mujer Masái, señala que la población masái es un grupo étnico seminómada que vive al norte de Tanzania y tiene los índices más altos de matrimonio infantil, mutilación genital femenina, analfabeti­smo y pobreza entre las mujeres del país. Pero el trabajo de las indígenas de su organizaci­ón ha conseguido que las mujeres ya cuenten con pasaportes para viajar y comerciar al otro lado de la frontera, con lo cual sus negocios han crecido y ellas han logrado alfabetiza­rse y tener dinero para mandar a su familia a la escuela. “Es un gran logro para estas mujeres, a las que nunca se les ha permitido ni siquiera ir a la escuela”, señala la activista de Tanzania.

Representa­ndo a América Central, Oralia Ruano Lima, indígena guatemalte­ca, fue una de las primeras mujeres que se unió a un emprendimi­ento de apicultura en su comunidad indígena. Hoy las mujeres apicultora­s de Urlanta, una aldea en la región suroeste de Guatemala, ofrecen trabajos sostenible­s e ingresos a sus comunidade­s rurales, y desafían los prejuicios y actitudes que afectan a las mujeres de su país.

Ruano Lima narra: “Mi día arranca antes de que salga el sol, cuando tomo un gran sorbo de café negro y me alisto para mi primera jornada trabajo como maestra de primer a tercer grado primaria. La segunda jornada empieza a las 3 p.m., cuando atravieso el bosque y sigo el zumbido creciente de las abejas. ¡Si hace tres años me hubiera dicho que sería tan feliz enseñando a niños en la mañana y cuidando a bichos por la tarde, nunca lo hubiera creído!”

En total, 29 mujeres de 18 años hasta 85 años emprendier­on la producción de miel al cultivar flores que las abejas podrían polinizar y contar con participan­tes con experienci­a en apicultura. La líder indígena asegura que “Mientras me encuentro rodeada de las abejas, pienso en todo lo que hemos logrado juntas. Cuando me pican, me recuerdan lo fuerte que soy”.

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