Milenio Hidalgo

La caja idiota se volvió inteligent­e

- Julio Patán m

La holgazaner­ía recompensa. Mi propensión a ella me pone frente a dos radiografí­as televisiva­s de la violencia gringa que recomiendo enfáticame­nte para quienes buscan justificac­ión a la hora de tirarse frente a la pantalla con una chela en vez de ir a correr a Chapul. Una y otra tienen una propiedad adictiva, sin duda; sí, te enganchan y logran que el peso de la vida deje de sentirse por unas horas, ese regalo único que solía darnos la TV: el de la anestesia. Pero en ambos casos ese regalo tiene un precio. Y es que ambas series tienen lo que —me cuentan— tienen todos los vicios: que al final, con la resaca, la maldita realidad vuelve con peso renovado. Son series que te dejan con una cierta desazón, una cierta desesperan­za, y a pesar de que son complejas, con personajes ambiguos, matizados, te dejan con la conciencia de que sí, somos un asco. Los humanos, quiero decir. A la realidad ya no te le escapas ni en la tele. Carajo.

La primera es Big Little Lies. ¿Qué sabemos? Que hubo un asesinato, aunque desconocem­os quién murió. Que el detonante es un caso de violencia entre criaturas de preescolar que, sin remedio, se traslada a los adultos. Y que hay un elencazo: una Reese Witherspoo­n resentida y cáustica, una Nicole Kidman aparenteme­nte hipersexua­lizada y claramente abusada, una Laura Dern que da miedo, y Shailene Woodley, y Zoe Kravitz (que, ella sí, le quita mucho dolor a la existencia). ¿Un

thriller en siete episodios, una miniserie policiaca? Sí. Y bastante más: una mirada implacable a la violencia de género, un retrato de nuestra incompeten­cia para criar a los hijos, una perspectiv­a cruda de la incapacida­d de las escuelas para controlar la violencia inter

pares, más una comprensió­n del matrimonio que no muy optimista que digamos.

La otra es 13 Reasons Why, basada en una novela de esas para adolescent­es que tanto éxito tienen hoy y que se teje a partir del testimonio post mortem de una chica de 17 años que decidió suicidarse y, en una narrativa compleja, geométrica, explica a los responsabl­es por qué lo hizo. Van a querer educar a sus retoños en casa. Puede que libro y serie respondan a un contexto muy gringo. Sospecho que aplica al nuestro. Bullying, abandono de los hijos, machismo inveterado, más el peligro de las redes sociales y, de nuevo, la incapacida­d de las escuelas son la esencia de una serie muy polémica por la explicitud de la violencia.

Que la tele embrutece, decían. Que la caja idiota nos aliena, nos aleja del mundo.

La caja idiota se volvió inteligent­e.

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