Milenio Hidalgo

“TOCO EL VIOLÍN PORQUE ME GUSTA”

En un buen día, José puede llegar a ganar a 200 pesos tocando el violín, pero esto depende de las condicione­s del clima, ya que si hace mucho frío, calor o llueve, tiene que dejar de hacerlo...

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José Simón Camacho es un hombre delgado, oriundo de la sierra de Jacala, que radica desde hace tres años en Pachuca y para ganarse la vida toca con un su violín por las tardes en las calles del primer cuadro de la ciudad.

Debido a la falta de oportunida­des económicas, José Simón decidió salir de su comunidad natal para probar suerte en Pachuca, donde además de tocar con el instrument­o usado que se compró, también vende pepitas en una carreta por las mañanas, que le ayuda a pagar la renta de la vivienda, en la que vive solo.

Aprendió a tocar el violín de manera empírica, pero es un gusto que tiene desde los siete años, cuando veía en las fiestas de su pueblo a las bandas tocar, por lo que ahorró para comprarse un violín que le costó 3 mil pesos y con el que sale todas las tardes para completar el gasto diario.

el violín porque me gusta y también vendo pepitas, porque sí está canijo”, dice escuetamen­te el músico, que conecta su violín con una bocina usada para que el alcance de su sonido sea mayor, y se sienta en alguna banqueta o escalera, esperando que los transeúnte­s se acerquen y le arrojen alguna moneda.

En un buen día, José puede llegar a ganar 200 pesos tocando el violín, pero esto depende de las condicione­s del clima, ya que si hace mucho frío, calor o llueve tiene que dejar de hacerlo.

Regularmen­te toca en la calle Guerrero, en la Avenida Juárez y en la calle Revolución, todas a la altura del Centro Histórico de la capital hidalguens­e.

A diferencia de otros músicos que tocan en las calles, a José no lo han molestado los policías municipale­s o los comerciant­es, amenazándo­lo con retirarlo de la vía pública.

Él dice que se esfuerza en tocar canciones que ni él conoce a ciencia cierta o sabe de cuáles se trata, pero que escuchó de las bandas de su pueblo.

Reconoce que vender pepitas es más pesado que tocar música, ya que tiene que caminar varias calles para invitar a la gente a que adquiera algún producto, mientras que con su violín los propios transeúnte­s se acercan para dejarles algunas monedas.

Dice que a veces los fines de semana los aprovecha para visitar a sus familiares en su comunidad y apoyarlos con lo que ganó durante la semana, pero afirma que no piensa regresar a su pueblo, ya que es feliz en Pachuca, donde hay más cosas que hacer y más gente con la que puede ganar dinero.

También el músico callejero admite que en Pachuca la gente es menos amable que en su co“Toco munidad natal, pero, sostiene, es feliz en la ciudad, donde paga una módica renta en una colonia popular, en la que apenas cuenta con los servicios básicos.

La única manera en la que José dejará de tocar en las calles será cuando enferme, pero dice que goza de excelente salud haciendo lo que le gusta, una pasión que acompaña vendiendo alimentos por las mañanas, principalm­ente en los mercados populares de la ciudad.

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Se esfuerza en tocar canciones que ni él conoce a ciencia cierta.

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