Milenio Hidalgo

EL MÉXICO DE RULFO, HOY

Aunque Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, mejor conocido como Juan Rulfo, nació hace cien años, su obra sigue siendo tan actual como su visión de este país en llamas como el Llano y sin Pedro Páramo que le ladre. Por eso, acá ofrecemos una inter

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El llano del Edomex en llamas

“… No daba gusto mirar aquella larga fila de hombres cruzando el Llano Grande otra vez, como en los tiempos buenos. De Atracomuch­o a Chorizolan­dia. De Tecámac a Ecatepec. Como al principio, cuando nos habíamos levantado de la tierra como

huachicole­ros maduros aventados por el viento, para llenar de terror todos los alrededore­s del Llano. Hubo un tiempo que así fue. Y ahora parecía volver. De allí nos encaminamo­s hacia las urnas. Les prendimos fuego y luego la emprendimo­s rumbo al conteo de votos que quedaban. Era la época en que la presidenci­a ya estaba por pizcarse y las simpatías políticas se veían secas y dobladas por los ventarrone­s que soplan por este tiempo sobre el Llano. Así que se veía muy bonito ver el cambio de la propaganda de Del Mazo a la de la Josefina; ver hecha una pura brasa casi toda la Delfina, con el humo ondulado que Juan se daba quesque por estar arriba; aquel humo oloroso a carro completo y a melcocha, porque la lumbre había llegado también a los cañaverale­s de la corrupción.”

Pedro Videgaray Páramo

“Vine a los Yunaites porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Videgaray Páramo. Mi madre Enriqueta me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse frente a la opinión pública y yo en un plan de prometerlo todo. ‘No dejes de ir a visitarlo —me recomendó. Se llama de este modo y de este otro: Donaldo. Estoy segura de que le dará gusto conocerte’. Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría... —No vayas a pedirle nada. Menos le construyas su muro. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio… No nos tiene en el olvido, mi hijo, pero nos quiere bajar la lana. Eso cóbraselo caro. —Así lo haré, madre. Pero no pensé cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones del american way of life. Del 2018. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Videgaray Páramo, también conocido como Donald, la contrapart­e de mi madre. Por eso vine a Comalashin­gton.

¡Diles que no nos maten!

—¡Diles que no nos maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así diles. Diles que lo hagan por caridad.

—No puedo. Hay allí unos militares que no quieren oír hablar nada de ti.

—Haz que te oigan. Date tus mañas y dile que para sustos ya ha estado bueno. Dile que lo hagan por caridad de Dios, que somos normalista­s.

—No se trata de sustos. Parece que te van a matar de a de veras. Y yo ya no quiero volver allá.

—Anda otra vez. Solamente otra vez, a ver qué consigues.

—No. No tengo ganas de eso, yo soy tu compañero. Y si voy mucho con ellos, acabarán por saber quién soy y les dará por afusilarme a mí también. Es mejor dejar las cosas de este tamaño.

—Anda, Justino. Diles que tengan tantita lástima de mí. Nomás eso diles.

Justino apretó los dientes y movió la cabeza diciendo: —No. Y siguió sacudiendo la cabeza durante mucho rato.

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MARIO GUZMÁN/EFE

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