COMBATIR IDEOLOGÍA, EL FIN DE LA GUERRA CONTRA TERRORISMO
En vísperas de las elecciones parlamentarias del jueves en Reino Unido, el terrorismo centra el debate
Estamos en guerra contra una ideología, dijo el domingo la primera ministra británica Theresa May, tras el atentado que enlutó a Londres. La premier no reveló la identidad de los autores de la masacre perpetrada en el corazón de la capital.
Pero acusó al “extremismo islamista”, su influencia intelectual, sus redes en el ciberespacio, sus predicadores, no sin algo de razón. La batalla es policial, desde luego. Pero también es política. Y es ahí también donde comienzan las dificultades.
A cinco días de las elecciones generales del 8 de junio, May anunció medidas de refuerzo de la legislación antiterrorista —escuchas, detenciones preventivas, vigilancia electrónica. Menos de dos semanas después de la carnicería de Mánchester (22 muertos, una veintena de heridos graves), una camioneta embistió el sábado a los transeúntes a lo largo del Puente de Londres. Tras atropellar a numerosos paseantes, tres hombres salieron de la camioneta y atacaron con cuchillos a los clientes de los bares cercanos. “¡Por Alá!”, dijeron los asesinos. La policía intervino inmediatamente. Los tres terroristas fueron matados.
El vínculo no es forzosamente organizacional o logístico. El vínculo es, en primer lugar, la ideología. La señora May tiene razón en recordarlo. Después de todo, la consigna a la cual responde este tipo de actos fue lanzada por Al Qaeda y la organización llamada Estado Islámico: asesinar a “judíos” y a “cruzados” con no importa qué medios.
Lo que hay que combatir, dijo la primera ministra May, “es la ideología demoniaca del extremismo islámico”, una ideología que es una perversión del islam y de la verdad”. Un asunto difícil en las sociedades que desean preservar la libertad de expresión. ¿Dónde comienza el extremismo susceptible de incitar un pasaje al acto? ¿Dónde comienza la visualización ostensible de convicciones extremistas? ¿Europa toleró durante demasiado tiempo o ignoró a muchos de sus predicadores salafistas, financiados por los Estados del Golfo Arábigo, aliados estratégicos y clientes económicos de los europeos?
La primera ministra May anunció una política que tendrá por objetivo “identificar al extremismo islámico”, una patología que “desvirtúa el espíritu” y que promueven “los predicadores del odio y quienes los apoyan”. Pero ella también dio a entender que llamaba a una reflexión sobre el comunitarismo británico, ese modo de integración que pretende permitir a las minorías étnicas y religiosas permanecer lo más cerca posible de su cultura original. Los valores de la democracia británica, dijo la primera ministra, estarían amenazados por una vida llevada a cabo en el seno de “diferentes comunicados separadas y segregadas”.
Es poco probable que esta ola de atentados tenga un impacto notable en la elección parlamentaria del 8 de junio. Esto parece ser una característica de Europa donde los partidos de la extrema derecha, los que apuestan a la islamofobia, siguen a las puertas del poder, incluso bajo el asalto repetido del terrorismo islamista.
La señora May lo dijo: tanto Al Qaeda como el grupo EI quieren ver a Europa entrar en una guerra civil contra sus musulmanes. Pero en esa batalla, es necesario que los yihadistas continúen siendo los perdedores.