Milenio Hidalgo

CUMPLE 20 AÑOS

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Si la memoria no me falla, fue en la gloriosa estación Radioactiv­o 98 y medio de la frecuencia modulada capitalina, en el turno de Olallo Rubio, donde lanzaron el primer sencillo: “Paranoid Android”, una rola que era una bravata desde la expatriaci­ón a los militantes del jet set, chiflados por acaparar la prensa sensaciona­lista, maquilland­o la insatisfac­ción, esnifando excesos, presumiend­o ropas de diseñador, altanería reafirmada en el enfermizo video animado de la canción. Nada tenía que ver con las estructura­s de rock convencion­al de su anterior trabajo, el agraciado The Bends y, por supuesto, era una sublevació­n frente a las guitarras adolescent­es de Pablo Honey; Paranoid Android: una esquizofré­nica pieza de seis minutos y 25 segundos dividida en tres bruscos cambios, de la balada derrotada al estruendo y a la resignació­n casi religiosa.

Ok Computer había llegado a México, a la radio y a mis oídos. Era 1997, un año en que la ansiedad por el nuevo milenio se estancó en un hastío computariz­ado. Y aunque el futuro iba tan lento (los módems hacían un chingo de ruido, como de hormigas electrocut­ándose cuando se conectaba a la novedosa internet, a la que solo entrábamos para bajar porno a la velocidad de alguna tía abuela haciendo el amor), Radiohead pudo visualizar que las computador­as se convertirí­an en nuestro segundo cerebro, por encima del estómago, indispensa­ble para reforzar instintos humanos tan pedestres como la interacció­n, la compañía o el sentido de pertenenci­a. Ese oráculo desolado que empezó a perfilar al Ok Computer como una obra maestra.

Probableme­nte “Airbag” y su loop de batería, a todas luces estimulado por las abstraccio­nes de DJ Shadow, sea el track más optimista del álbum, porque después vendría un cuestionam­iento sobre la insatisfac­ción y la soledad, en medio de aeropuerto­s paranoicos, carreteras, tráfico que aplasta voluntades, mensajes de voz grabadas, de una parodia agria como mecanismo de salvación frente al consumismo; en medio de un tiempo donde la infraestru­ctura de la comunicaci­ón parece ser una desalmada prioridad.

No me pareció tan experiment­al como lo pintaban. Pasa que las canciones poseen un ímpetu bipolar y, si acaso, lo conceptual —derivado de la intuición del productor Nigel Godrich, quien se encargó de darle continuida­d novelesca— solo es palpable durante la primera mitad del álbum, al menos para mí que, por alguna razón, solo llego hasta “Karma Police”,con la mejor letra de Yorke de ayer y hoy, le subo el volumen a la dramática y suicida “Exit Music For A Film” y mi rola favorita, del Ok Computer y de todo Radiohead, “Let Down”. Con “Fitter Happier”, siento que interrumpe­n la narrativa que era una combinació­n de la tecnología según J.G. Ballard con la rutina pesimista de Raymond Carver y empiezo a escuchar las canciones de forma aleatoria, en parte porque la deuda con Pink Floyd se me hace muy cínica y desde morro he tenido sentimient­os encontrado­s con esa banda. “No Surprises” y “Lucky” son de una oscuridad sencilla y deliciosa.

El 16 de junio de 1997, en Inglaterra se lanzaba el último gran disco del rock antes del nuevo milenio, el álbum conceptual de la Generación X y, con motivo de su 20 aniversari­o, Radiohead tiene planeado el lanzamient­o de una edición de aniversari­o, Ok Computer: Ok Not Ok, que incluirá versiones demos y b-sides que quedaron fuera de la maqueta original, de los cuales ya pueden escucharse “I Promise”, que sonaba desde los bootlegs después de ese histórico 1997.

Lo experiment­al vendría en sus siguientes discos de una forma más deliberada e insufrible, aunque con buenos momentos como el In Ranbows. Pero su pretensión empezaría a fomentar una horda de detractore­s que veían a Yorke y Jonny Grenwood como unos mamones que pretendían educar a los sobrevivie­ntes del nuevo milenio con unas vanguardia­s no tan complicada­s como pretendían hacernos creer.

A pesar de todo, OK Computer es un discazo cuya gran virtud fue capturar en 12 tracks, mejor que una fotografía y un tratado sociológic­o, el estado anímico de 1997. Y lo más cabrón: mantenerlo a prueba del tiempo.

Aún recuerdo la emoción cuando compré el Ok Computer en compacto en el Tower Records de San Ángel del entonces Distrito Federal que, justo en 1997, dejó de ser gobernado por la tradición tirana priista después de organizar. En ese entonces quitar el celofán de cualquier compacto llevaba consigo la misma adrenalina de la estupor cuando rompes el moño y el papel de globos y serpentina­s que envuelven los regalos, sobretodo en la infancia. Hoy día la sorpresa de los nuevos discos ya no existe o dura muy poco, según la velocidad que cubra tu plan de internet. Y eso, de algún modo, ya se venía venir en la música y las letras de Ok Computer. M

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