Y LA FIESTA TERMINA HOY
Centro histórico de la ciudad sonaba, vestía y olía a Huastecas
La plaza principal del centro histórico de Pachuca se vistió de Huasteca. El Reloj Monumental de fondo y la recién remodelada explanada sirvieron de escenario para los cientos de bailarines y músicos, profesionales y amateur que se dieron cita para disfrutar del tercer día de actividades del onceavo Festival Nacional de Huapango llevado a cabo en la capital hidalguense.
El centro sonaba, vestía y olía a Huasteca. Desde la llegada a plaza Independencia, un ambiente diferente sorprendía a propios y extraños, conjuntos de carpas reunían gran variedad de artesanías y gastronomía; los paseantes encontraban collares, pulseras, aretes y ropa bordada, o degustaban, víctimas del bochorno, desde una nieve, hasta cerveza artesanal.
Pasaba del mediodía y el trío que abriría el programa ensayaba acordes y hacía pruebas de sonido, mientras dos parejas, una de niños de apenas 10 años y otra de adolescentes entre 15 y 16, ensayaban sus mejores pasos para la final del Concurso de Baile de Huapango.
Elizabeth Cataño Contreras, directora de la compañía de danza Topiltzin, originaria de la Ciudad de México, señalaba a sus pupilos hasta el más mínimo detalle, corregía y mostraba la forma de bailar un Huapango impecable.
Contó que el grupo llegó desde el viernes para competir en las categorías infantil, juvenil y adultos. Vestida con ropa deportiva, pero si dejar fuera las trenzas, celebró el buen evento y relató que es el cuarto año que participan. “Hay muchas personas, cada vez se acercan más a la tradición mexicana que es lo importante de esto”.
Resaltó que el Huapango es una parte importante dentro de la cultura y que aunque ella no es originaria de alguna Huasteca, le encanta el folclor que desprende. “De niña viví un tiempo en San Juan del Río, en Querétaro, y me tocó ir al Concurso de San Joaquín en el 80, ahí me enamoré del huapango; entonces cuando regresé a radicar a la Ciudad de México, convencí a mi gente que me siguiera y desde entonces tenemos cuatro años en concursos”.
Al observar a sus alumnos con orgullo confesó que le gusta trabajar más con niños y presumió que incluso tiene huapangueritos que zapatean a la perfección. “No vi la convocatoria de los chiquitos, por eso no los traje, pero yo creo que lo más importante es eso, crearles desde corta edad el amor a su cultura y raíces”.
Cuando los primeros huapangos sonaron en el escenario principal, las sillas dispuestas para los espectadores fueron insuficientes debido a la gran cantidad de gustosos de la música y baile tradicional que llegaban a disfrutar de la alegría irradiada al compás del violín, jarana y guitarra.
Con instrumento en mano, Edgar Peña Soria, guitarrista del trío Caimanes del Río Tuxpan, esperaba ansioso su turno. Guayabera negra, pantalón caquí, sobrero y una cálida sonrisa eran su carta de presentación. ¡Otro foráneo enamorado de la Huasteca!
Oriundo del Estado de México, Edgar relató que la música de esta región es uno de sus más grandes gustos en la vida. Mencionó que es la segunda ocasión que toca en Pachuca en el marco de este evento y que a pesar de ser muy cansado, le fascina hacerlo. “Las personas de aquí son muy huapangueras y les gusta mucho bailar, cada que no están los concursantes la tarima está llena de bailadores de acá y turistas. Me gusta compartir con las personas el son huasteco y que ellos me compartan sus ganas de bailar y de escuchar la música. Todo en la música huasteca es bonito.”
Al observar fuera de la tarima donde se concentraban el zapateado, no había persona que no tuviera una sonrisa en el rostro por ver tan solo una pequeña muestra de cómo se goza en la Huasteca; el brillo en los ojos era evidente desde niños hasta ancianos y no faltaba la personas que, sin ninguna experiencia en el baile, moviera los pies a cómo la música le daba a entender.
Cerca de una improvisada cocina económica que ofrecía zacahuil al por mayor y aromatizaba a hojas de plátano el lugar, dos hermanas bailaban e intercambiaban parejas con gran habilidad que congregaban a numerosos curiosos.
Mariana y Silvia Bautista García, quienes en la sangre traen a la huasteca queretana, narraron que les gusta el huapango porque sus papás desde jóvenes lo bailan; “de hecho ellos se conocieron en una huapangueada, entonces por eso desde chiquitas nos lo inculcaron y nos encanta”.
Expresaron que cada que empiezan a moverse con la música se sienten muy bien y olvidan de todo. “Lo que más disfrutamos es subir al escenario y no saber qué huapango nos va a tocar; es como una sorpresa, y tenemos que estar preparadas para cualquier son que nos toque”.