El frente amplio opositor
Ayer hice aquí una síntesis de lo que podemos entender por Segunda Vuelta Electoral y Gobiernos de Coalición, así como los beneficios que estas fórmulas pueden acarrear al sistema político mexicano.
Quedé en comentar hoy, con la brevedad que el espacio exige, lo relativo al propósito de formar un frente amplio opositor.
En efecto, más allá de lo mucho que venimos avanzando sociedad y gobiernos en ámbitos importantes de la vida nacional, como son: la pluralidad que dejó atrás la hegemonía política, la apertura indiscutible en los medios de comunicación, el acceso de los ciudadanos a la información gubernamental, la creación de múltiples órganos constitucionales autónomos, como la CNDH, el INAI, la CFCE y el Ifetel, la disciplina en la conducción de la macroeconomía, etcétera, lo cierto es que seguimos fallando en aspectos fundamentales como son: educación de calidad, así como frente a la pobreza, la inseguridad, la injusticia, la corrupción y la impunidad, no obstante los esfuerzos realizados al respecto.
Además, urge superar la perniciosa enfermedad del maniqueísmo, que pretende reducir la realidad a la eterna confrontación de buenos contra malos, de puros contra bribones, resultando culpables, siempre, los otros, los de enfrente.
Por eso, a partir de que la pluralidad de ideas y opciones es riqueza que nos permitirá cambiar sustancialmente la forma de constituir y ejercer el poder público, académicos, dirigentes políticos y sociales, así como simples ciudadanos interesados en la cosa pública, nos hemos dado a la tarea —nada fácil— de conformar para la próxima elección presidencial lo que se ha denominado frente amplio opositor.
El proyecto tiene dos aspectos fundamentales:
1. Presentar a los electores un plan básico de gobierno que —sin entrar a temas estrictamente ideológicos, que harían imposible el consenso y que estarán fundamentalmente a cargo del futuro Congreso— vaya dirigido a limpiar los amplios ámbitos gubernamentales y a ejecutar acciones impostergables para superar la devastación nacional que a todos termina por lacerarnos.
2. Presentar un candidato a la Presidencia de la República —hombre o mujer— inequívocamente comprometido con el cambio sustantivo que se desprenda del plan básico de gobierno.
No se trata de depositar en una persona el futuro nacional, sino de conformar un equipo de gobierno plural, honesto y capaz.
Evitaremos, así, caer en dos extremos inadmisibles: tener un gobierno con más de lo mismo o entregar el país a un iluminado.
Como verá usted, se trata de un esfuerzo colosal que requiere de gran decisión y generosidad. La descomposición social y política lo exigen, y México lo reclama con urgencia.
Todo dependerá del verdadero talante y la categoría humana de los involucrados.