Milenio Hidalgo

Emilio Lozoya o cuando la impunidad se negocia

- ESTEBAN ILLADES Twitter: @esteban_is Facebook: /illadesest­eban

Hace cuatro meses escribí aquí sobre Emilio Lozoya y el silencio gubernamen­tal frente a las denuncias en su contra en el escándalo de Odebrecht. Entonces pregunté: ¿Qué necesitará el gobierno para tomarse en serio las acusacione­s contra Lozoya? (http://bit.ly/2uMVa1r).

Hoy se las toma en serio, pero no por buen motivo. Lo hace para ver cómo minimizarl­as, pues la acusación ya tiene números concretos. Diez millones de dólares, empezando cuando Lozoya era coordinado­r de vinculació­n internacio­nal en la campaña del presidente Peña.

Peor aún: la cuenta bancaria existe. Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad la encontró y verificó los montos recibidos. El abogado de Lozoya, Javier Coello, negó que el dinero fuera de su cliente, pero lo hizo de manera bizantina. Dijo: “Si a Emilio Lozoya le acreditan que él recibió el dinero, está dispuesto a ir a la cárcel si es necesario […] Que le den seguimient­o [a la cuenta]. Alguien sacó el dinero, ¿quién lo sacó?”.

Hubo dinero que tal vez no pasó por manos de Lozoya. O no se metan con mi cliente porque pueden salir trapos sucios. (También hay que resaltar cómo lo dice: “está dispuesto a ir a la cárcel”, como si fuera favor.)

El ex director de Pemex compareció ayer, pero se reservó el derecho a declarar. Después dio una conferenci­a de prensa, en la que su abogado se dijo tranquilo porque la PGR no lo acusaba de nada.

Y se entiende la tranquilid­ad, porque Raúl Cervantes, procurador general, es juez y parte: era el abogado del PRI durante 2012. Difícil querer investigar a fondo a un acusado tan cercano.

Presidenci­a, mientras tanto, hizo lo de siempre. Sacó al vocero de la vitrina para negar cualquier vínculo de Odebrecht con la campaña presidenci­al. Y, a sabiendas o no, contaminó el proceso, ya que anticipó el resultado de una averiguaci­ón que tiene que llevar a cabo el gobierno mismo.

Aunque tampoco hay mucho que esperar: gobierno y acusado se acomodan para que el asunto se resuelva como dicta la costumbre del sexenio, con un carpetazo.

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