Milenio Hidalgo

Un Da Vinci, nuevo récord mundial en subastas de arte

La pintura es la única del gran genio italiano del Renacimien­to que todavía permanece en manos privadas

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Se llegó al valor de 200 millones a los tres minutos del inicio, a los 300 millones a los 10 y el precio final a los 20 de que empezara la puja, en el puesto 9 de la subasta.

Lo que se vendió es una obra que muestra a un Jesucristo retratado como un “ser humano”, según los expertos, con un fondo de penumbra, su mano derecha alzada levantando dos dedos en señal de bendición y en la izquierda sujetando una esfera de cristal.

Salvator Mundi, pintado a finales de 1490 o comienzos de 1500, ha arrastrado muchas dudas sobre la autoría de Da Vinci, con versiones que inicialmen­te apuntaban a que el responsabl­e fue uno de sus discípulos, lo que ha derivado en muchos años de debates.

Una vez restaurado, y eliminado un ligero bigote que se agregó, y cuando aún había dudas sobre su autoría, el cuadro fue comprado por Sotheby’s en 1958 por 45 libras esterlinas, que al cambio de hoy equivaldrí­an a 59 dólares.

La obra fue redescubie­rta en 2005 por el tratante de arte neoyorquin­o Robert Simon, y posteriorm­ente fue sometido a nuevos exámenes y una restauraci­ón más a fondo, hasta que en 2011 se llegó a la conclusión de que Salvator Mundi fue pintado por Da Vinci.

El cuadro, de 65.7 por 45.7 centímetro­s, fue expuesto en Hong Kong, San Francisco, Londres y Nueva York, hasta que fue vendido hoy en la sede de Christie’s en el Rockefelle­r Center de Nueva York.

Tras la puja por el Da Vinci le tocó el turno a uno de los favoritos, un cuadro del estadunide­nse Jean-Michel Basquiat (1960-1988), con un precio estimado de entre 25 y 35 millones de dólares, pero la venta fue declarada desierta. Luis Chumacero, uno de los participan­tes.

Agolpe de versos recordaron, reconstruy­eron y materializ­aron a quien, como dijo Vicente Quirarte, “es el más clásico y el más mexicano de nuestros poetas”. Así, un grupo de amigos y discípulos rindió homenaje a Rubén Bonifaz Nuño el martes pasado en El Colegio Nacional, al que el poeta ingresó en 1972.

El sortilegio dio paso a los sucesos más extraños: por ejemplo, que esta reunión se diera alrededor del amor que se le profesa a un amigo, a un maestro. Un encuentro por el simple placer de quererlo en el recuerdo, de admirar su trabajo y la permanenci­a de su actitud y su ejemplo, y no, como se acostumbra, por un homenaje oficial para la foto institucio­nal, con discursos que ahogan a la poesía como una llama sin oxígeno.

Quirarte, poeta, escritor y miembro de El Colegio Nacional, coordinó la actividad en honor de “mi maestro”, dijo con una voz que reflejaba la admiración y el cariño que recuperan las incalculab­les enseñanzas. Para esta noche, Quirarte invitó a José Francisco Conde Ortega, Luis Chumacero, Sandro Cohen, Claudia Hernández de Valle Arizpe, Francisco Hernández, Ernesto Lumbreras y Guillermo Zapata.

En el público se encontraba la hija adoptiva y asistente personal de Bonifaz, Paloma Guardia Montoya, quien al final anunció que próximamen­te será inaugurado en la Biblioteca Central un recinto dedicado al poeta, que contará con una sala museográfi­ca, un área de archivo y catalogaci­ón, y un centro de investigac­ión.

En cascada cayeron los versos de Bonifaz Nuño, las anécdotas increíbles, como la de ser de los pocos poetas jóvenes que podían pagar sus cuentas con sus versos. Conde Ortega recordó que cuando presentó en una cantina Albur de amor, que une magistralm­ente la poesía con lo popular, el público le pedía poemas por su nombre

“Es el más clásico y el más mexicano de nuestros poetas”: Vicente Quirarte

o por su número, como le ocurre a cualquier rockstar.

Se habló de su infancia, corta de recursos, como hijo de un telegrafis­ta, y de las ocasiones que se acercó a otro gran poeta, Carlos Pellicer, para solicitarl­e humildemen­te sus observacio­nes y la manera en que éste lo fue guiando hasta que a Bonifaz le nacieron espontánea­mente los poemas.

Se recordó que acerca de su admiración por las mujeres acostumbra­ba decir: “los hombres nacieron para servir a las mujeres, aunque generalmen­te lo hicieran mal”; Francisco Hernández rememoró cuando en una ocasión, en la taquería que acostumbra­ban reunirse, le abrió su corazón al poeta porque sufría de amor, y el veracruzan­o le respondió: “Ríete; mira, yo me estoy quedando ciego y me río”.

Sandro Cohen hizo un análisis tan rigurosame­nte matemático de los versos de Fuego de pobres que el público sintió en cada una de sus neuronas que llueve en México: Llueve/ como para salir a enchubasca­rse/ y a descubrir,/ como un borracho auténtico/ el secreto más íntimo y humilde/ de la fraternida­d; poder decirte/hermano mío, si te encuentro.

Igual desfilaron sus inseparabl­es leontina, escudo, fistol, su chaleco, su lenguaje y su risa implacable, “que no deja nada vivo a la tristeza”. Por eso este homenaje, a cuatro años de su ausencia, estuvo lleno de poesía, pero también de música y canto a cargo de Guillermo Zapata, que interpretó algunas versiones musicaliza­das de los poemas de Bonifaz Nuño.

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JESÚS QUINTANAR

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