2018, el año de lo impensable
Para no pocos lo posible es que la tercera fuera la vencida para el de Macuspana por el estado de ánimo de la población, muchos en el descontento por causas reales y otros por imaginarias
Todo puede ocurrir en 2018, hasta lo impensable. Un año pleno de elecciones y controversia. Es predecible el desenlace si no favorece a López Obrador, una vez más resultados cuestionados en el tribunal de la calle y de la palabra airada. Para no pocos lo posible es que la tercera fuera la vencida, conclusión anticipada no tanto por los estudios de intención de voto que en su mayoría dan ventaja al de Macuspana, sino por el estado de ánimo de la población, muchos en el descontento por causas reales, otros por imaginarias. Pero las campañas no han empezado, ni López Obrador tiene el monopolio del ánimo social de cambio.
Hay una idea generalizada sobre la base social de López Obrador. Se supone que son los pobres quienes le favorecen; la locación regional del voto está claramente definida, el centro y sur del país. Lo que pocos advierten es que es la variable de nivel de educación la que más impacta la intención de votar a quien hace de los pobres y la corrupción ejes de su discurso, al menos eso aconteció con claridad en las elecciones de 2012 y no hay razón alguna para que esto cambiara. En realidad, el voto por AMLO no es tanto de los instruidos, sino más bien de los insatisfechos, lo cual es explicable: a mayor educación más enojo o frustración.
El candidato puede ser vehículo eficaz para conducir el enojo por el estado de cosas, pero es difícil, si se atiende con rigor lo prometido, que las cosas pudieran cambiar de manera importante, al menos para bien. Su propuesta para aliviar la corrupción o la inseguridad es de una fragilidad mayor. Es deseable que sea el debate y la confrontación de ideas la que aporte algo de racionalidad. Algo semejante sucede con la fijación mágica de que el ahorro en el gasto puede dar para todo. No hay soluciones simples a problemas complejos, como con acierto lo señala Verónica Malo con referencia a la educación, goo.gl/rnSCk7.
Queda claro que López Obrador invoca los sentimientos más profundos de sus seguidores. Tiene más de movimiento religioso que político, su espacio son las creencias y emociones, alejadas e impermeables a las razones. Por ello para sus seguidores lo impensable es una tercera derrota. No importa si es el Frente o el PRI el verdugo. Para un movimiento como tal solo hay una verdad, lo demás es apostasía.
Morena ha cobrado fuerza, más de lo que el PRD hiciera en elecciones pasadas y ese es un dato mayor porque puede ser la génesis de un proyecto político que vaya más allá de su fundador, particularmente si se diera el caso de una derrota en la elección presidencial y una presencia sustantiva en gobiernos locales y en las cámaras federales. En el pasado AMLO se desentendió, lo único que le importaba era ganar la Presidencia. Ahora la situación cambia, solo hay concesiones menores a los asociados del PT y de Encuentro Social, lo demás son definiciones, para bien o mal, genuinamente del lopezobradorismo.
Lo impensable no es que López Obrador perdiera, sino que reconociera el resultado adverso. Como siempre, cuestiona al INE, cuando ha sido complaciente en su campaña anticipada. También se le va a Lorenzo Córdova y al Consejo General por la designación del responsable de fiscalización Lizandro Núñez, quien en 2012 fue designado por unanimidad por el Senado de la República como Administrador General de Recaudación en el Servicio de Administración Tributaria (SAT) en 2012, sin duda la mejor escuela que hay en el país para la fiscalización de las cuentas privadas. Una designación acertada que se cuestiona no por su desempeño, sino por quien era titular de la Secretaría de Hacienda, esto es, portación de jefe prohibido.
Impensable que los partidos y sus candidatos entiendan que los actores relevantes del proceso no son ellos, sino los ciudadanos quienes merecen consideración y, especialmente, respeto una vez que concluyan los comicios. Serán decenas de millones de votantes y aunque la ventaja numérica pudiera ser estrecha, debiera ser suficiente para determinar ganador. Esto no escapa de la elevada probabilidad de un gobierno sin mayoría en el Congreso y de la formación de un gobierno de coalición por primera vez en la historia política del país.
El voto debe estar precedido no solo de los criterios básicos de contienda justa, sino también del debate y el escrutinio entre contendientes y de la misma sociedad. Ruido, gritos y sombrerazos es propio de la contienda. Pero debe quedar claro que llega el momento de la conciliación una vez que concluya el proceso. Las diferencias se dirimen y resuelven en las instancias administrativas y de justicia. Pero es fundamental desde ahora, comprometer a los contendientes a respetar el resultado, invitación a lo impensable.
No importa si es el Frente o el PRI el verdugo; para un movimiento como tal solo hay una verdad, lo demás es apostasía