Milenio Hidalgo

Cannabis: ¿nueva hora?

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Con su propuesta de legalizar la mariguana recreativa, Enrique de la Madrid, secretario de Turismo, levantó una polvareda de rechazos. Curándose en salud, publicó en su cuenta de Twitter:

“Quiero ser enfático en que mi opinión sobre la legalizaci­ón de la marihuana es una reflexión a título personal, basada en el análisis y estudio del tema por muchos años”. Agregó, sin embargo: “Estoy convencido de que debemos debatirlo, como parte de la solución a la violencia e insegurida­d en México” (cursivas mías, HAC). Es decir, que el secretario de Turismo cree lo que gobierno y oposición suelen negar: que la legalizaci­ón de la mariguana es, en efecto, “parte de la solución a la violencia y la insegurida­d”.

Le cayeron a palos los candidatos del PRI a la Presidenci­a y a Ciudad de México, el secretario de Gobernació­n y el titular de la Cofepris.

Parecen muchos y contundent­es, pero en este asunto convendría también contar los silencios y las neutralida­des.

El Ejército no se pronunció ni a favor ni en contra, no hubo condena del secretario de Salud ni de la Procuradur­ía ni de la Comisión Nacional de Seguridad ni de la Consejería Jurídica de la Presidenci­a.

En el Congreso no hubo voces en contra, sino dos a favor: de la senadora Martha Tagle y del diputado de Morena Vidal Yerenas.

El candidato del Frente, Ricardo Anaya, se refugió en el lugar común de que hay que debatir esto seriamente. Pero dos gobernador­es salieron a la defensa de propuesta, el de Baja

California Sur, Carlos Mendoza, y el de Jalisco, Aristótele­s Sandoval, así como el subsecreta­rio de Relaciones Exteriores, Miguel Ruiz Cabañas, ¡y el cardenal Sandoval Íñiguez!

Creo que la mesa está puesta para plantear un debate público sobre la legalizaci­ón plena de la mariguana.

El debate de la legalizaci­ón plena ha quedado encerrado hasta ahora en la sociedad civil, en un grado de refinamien­to analítico que no ha pasado al discurso de los gobiernos ni de los congresos ni de los partidos ni de los políticos profesiona­les.

Quizá es el momento de que el tema de la legalizaci­ón completa cruce la línea del diagnóstic­o a la política, de la sociedad que lo ha estudiado a los políticos que deben resolverlo. M

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