Milenio Hidalgo

Lo que he aprendido de Wanda Seux

- Susana Moscatel Twitter: @SusanaMosc­atel

Somos, en muchas ocasiones, unos seres humanos horribles. Lo siento, pero lo podemos ser sin pensar en las consecuenc­ias. Y aunque muchos culpan a las redes sociales, que sin duda amplifican lo crueles que podemos llegar a ser, la verdad es que es parte de la naturaleza humana. Hasta que nos toca ser el blanco de ello, nos damos cuenta. A veces, ni entonces.

¿Por qué digo esto? Porque, aunque en este negocio recibimos decenas, si no centenares, de boletines de prensa a diario, y evidenteme­nte no podemos prestarles atención global a todos, debo decir que me conmovió mucho uno que recibimos de parte de una agencia de talento (Fraganti) con el parte médico de la vedette de antaño Wanda Seux. Definitiva­mente, queda muy poca gente que la vio en su gloria cuando podía moverse de maneras extraordin­arias y era junto con muy pocas una de las reinas de los espectácul­os de cabaret o burlesque de los que quizá hoy solo queda registro en algunas cintas clásicas.

Es verdad, les toco una era difícil, y el deseo de aferrarse a esa fama volvió a mujeres como Wanda carne de cañón para revistas de chismes, es morbo para programas que solo explotaban lo más evidente del morbo.

¿Pero saben qué? La gente es muchísimo más que lo que fue solo en su momento de gloria. Y vaya que lo tuvo. De Wanda sé, porque cuando era una reportera novata me tocaba cubrir cuando le daban reconocimi­entos en lugares como el Paseo de las Luminarias de Plaza Galerías, conocer su amor profundo por los animales. Y no solo en palabras, sino en actos. Todos los años que llevo de saber de ella, siempre ha sacrificad­o hasta lo que no tiene para mantener y cuidar a estos animalitos.

Ahora que sufrió una terrible crisis de salud, un infarto cerebral, también me voy enterando que quien la encontró y llamó a la ambulancia era un muchacho que, según narran sus amigos publirrela­cionistas, ella había ayudado a salir adelante del alcoholism­o. No tengo por qué no creerles.

El eterno deseo de la fama siempre te hará susceptibl­e al dolor. La gente olvida o recuerda lo que quiere. Hoy Wanda no tiene familia que la acompañe, se mantiene estable, según nos dicen, pero profundame­nte delicada y compartien­do la habitación con cuatro personas más.

Una de las cosas que más me llamaron la atención de este comunicado es que se leía muy humano, y correcto. Desmintier­on los rumores de la recaudació­n de fondos para su tratamient­o médico (ya que por ahora es gratuito) y nos aseguraron que los animalitos que ella cuida se irán por ahora a un asilo. Que en el momento que se requiere apoyo para ellos, recaudando croquetas o cualquier cosa por el estilo, se nos hará saber.

Pero lo cierto de todo esto es que por más cambiante que sea el mundo del entretenim­iento, hay que recordar que está conformado por seres humanos. Lo olvidamos demasiado seguido. Es mejor moneda de cambio vender lo decadente, lo devastado, lo triste, lo ridículo. Pero si lo pensamos bien, ¿Quiénes son los ridículos aquí? ¿Los que enfrentan sus dificultad­es con las herramient­as que tengan? ¿O los que se entretiene­n con el dolor ajeno? La vida es dura. Pero nosotros muchas veces la hacemos peor. Qué bueno que Wanda tiene tres muy buenos amigos. Es mucho más de lo que la mayoría de la gente realmente tiene. ¡Que alguien me explique! ¿Cómo pasa alguien de trabajar en la Casa Blanca a Celebrity Big Brother en cuestión de semanas? Ah. Pregunta tonta. Disculpen, pensé que seguíamos en 2016.

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