Milenio Hidalgo

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Gamés tuvo miedo: desde hace tiempo, los médicos del Instituto Nacional de Psiquiatrí­a sostienen que la salud mental de los mexicanos quedará afectada por la batalla contra el crimen organizado y sintió la caricia maldita de la ansiedad cuando leyó en sus

- Gil Gamés gil.games@milenio.com

El monito capuchino nomás no aparece. A las 8 de la mañana se le vio en un árbol de Reforma y Castillo de Miramar, en Lomas de Chapultepe­c, lo que se dice un monito burgués. A las 9, personal del zoológico intentó sedarlo cuatro veces, sin éxito, mala puntería, gran agilidad del monito. A las 10 y cuarto, los bomberos usaron una escalera telescópic­a, pero también fallan, el monito capuchino huye hacia la casa de la embajada de Estados Unidos y desaparece. ¿El monito forma parte de la trama rusa? Putin es muy capaz de mandar monitos malos. ¿Le dieron visa de entrada al monito? ¿Votará el monito el 1 de julio? A las 12 horas del día, se le vio al monito rumbo a una barranca cerca de la avenida Constituye­ntes.

Gil se encuentra desmoraliz­ado: somos incapaces de capturar incluso a un monito capuchino. A algún funcionari­o se le ocurrió la genial idea de cerrar el tránsito hacia el Centro de la ciudad. Un caos. Si lo atrapan, el monito será llevado a un albergue de la policía. Trascendid­os verdaderos, como lo oyen, afirman que Liópez acusó al monito de ser parte de la mafia del poder; Anaya explicó con peras y con manzanas que el monito le compró la nave industrial, que investigue­n al monito y no a él; Meade tardó en dar su respuesta: se ve a leguas que ese monito huye de la corrupción y de la insegurida­d que él corregirá pues sus manos, las de Meade, están limpias, que recuperará al monito si gana la elección. Olvídenlo, el monito nunca aparecerá. Muy monito. Chiste malo de Jueves Santo.

El H

Gamés tuvo miedo. Desde hace tiempo, los médicos del Instituto Nacional de Psiquiatrí­a sostienen que la salud mental de los mexicanos quedará afectada por la batalla contra el crimen organizado. Gil sintió la caricia maldita de la ansiedad cuando leyó en sus periódicos santos de la detención de El H, temible hampón e integrante del crimen organizado que traficaba en el sur de la capital y al parecer vendía droga en la Ciudad Universita­ria. Siempre lo acompañaba­n 10 sicarios a bordo de un Mercedes Benz, un Porsche, una camioneta Avenger, un Jeep, un Jetta. Cargaban un arma larga, una escuadra calibre .21, 130 cartuchos calibre 2. 23. Traía yerba, cocaína en piedra y sobres con polvo como para hacer una fiesta prendidona en un estadio Azul lleno de buena onda.

Gil vio a El H y la gallina se le puso de carne, o como se diga. Un rufián que modeló su cuerpo en un gimnasio oscuro, tatuado (van a perdonar, pero a Gilga no le gustan los tatuajes) caminaba con dos policías. Si usted se encuentra a este delincuent­e una noche oscura muere del miedo. Ahora mal sin bien: la captura de El H no ha sido consecuenc­ia de ningún trabajo de inteligenc­ia. Todo fue obra del azar: estos criminales acorralaro­n a una mujer policía, mando de la delegación Magdalena Contreras, y le dijeron que “ellos eran los buenos” en ese territorio y que se dedicaban al narcomenud­eo, el secuestro y la extorsión. La policía se pone trucha y da aviso a sus superiores, 800 policías atrapan a los delincuent­es. Y cae

El H por soberbio, por idiota, por impune. Le dijeron además a la policía que si no atendía su petición atentarían contra ella. Es verdad: las mujeres son mejores. Gil comparte con la lectora, el lector y

le lectere esta reflexión santa: la muerte despiadada conformará un recuerdo que hará estragos en el mapa psiquiátri­co de los mexicanos. ¡Estragos! Gil no sabe si meterse al clóset o abajo del escritorio, si beber del amargo cáliz, deglutir un Tafil o fumar algo de la yerba de El H.

Fruits de mer

Dicho lo cual, ustedes no pueden ver a Gil, pero se dirige a un mercado de reconocido prestigio a comprar camarones, cola de langosta, ostiones, percebes y otras fruits de mer. Una zarzuela de mariscos quedará en la memoria de propios y extraños, incluso del monito capuchino que seguro vendrá al amplísimo estudio a pedir asilo.

Todo es muy raro, caracho, como diría Santa Teresa de Jesús: La vida es una mala noche en una mala posada.

Gil s’en va

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LUIS CARBAYO/CUARTOSCUR­O La captura de El H no fue por trabajo de inteligenc­ia, sino gracias a una mujer policía acosada por él.
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