Joy Laville, creadora de un mundo alegre y sensual
Nacida en Inglaterra, se hizo mexicana por cariño y obra; recibió la Medalla Bellas Artes y el Premio Nacional de Ciencias y Artes
Los penetrable ojos azules de la artista inglesa, nacionalizada mexicana, Helene Joy Laville, quien nació en la Isla de Wight, Inglaterra, el 8 de septiembre de 1923, dejaron de brillar a los 94 años. La pintora, grabadora y escultura falleció debido a un derrame cerebral.
Se va quien fue pareja de Jorge Ibargüengoitia (Guanajuato, 1928-Madrid, 1983), con quien se casó en 1973. Sus trazos quedaron para la posteridad, especialmente tras ilustrar los libros de su marido.
La creadora plástica y el escritor vivieron en París; tras la muerte de él, ocurrida en un accidente aéreo en Madrid, ella decidió regresar a México, a la tierra donde se enamoró a primera vista de Ibargüengoitia durante los años 60.
La pintora estableció su residencia en Jiutepec, cerca de Cuernavaca, en el estado de Morelos. Siempre recordó al autor de Los pasos de López y Los relámpagos de agosto, quien llegó a escribir que Joy Laville “era una pintora sin trucos, sin moda, sin doctrina. Ni protesta, ni acepta. Hace lo suyo con gran talento... Sus cuadros no son simbólicos ni alegóricos ni realistas. Son como una ventana a un mundo misteriosamente familiar; sin enigmas que no es necesario resolver, pero que es interesante percibir. El mundo que representan no es angustiado, ni angustioso, sino alegre, sensual, ligeramente melancólico, un poco cómico. Es el mundo interior de una artista que estaba en buenas relaciones con la naturaleza”.
Su pasión por el arte que plasmó en una obra espléndida llevó a Joy Laville a obtener en 2012 el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes, así como la Medalla Bellas Artes, en reconocimiento a su trayectoria.
Reencuentro
En su cuenta de Twitter, la secretaria de Cultura, María Cristina García Cepeda, lamentó el deceso de Joy Laville, “artista plástica extraordinaria que adoptó a México como su segunda patria. Nos legó una obra llena de color, sutil y sugestiva que tuvo su origen en los mares ingleses y su destino en la cultura mexicana. Mi pésame a sus deudos”.
De igual forma, el historiador Enrique Krauze escribió en redes sociales: “Ha muerto Joy Laville. Llenó de belleza y luz la pintura de México. Llenó de amor la vida de nosotros, sus amigos. Ahora se reencuentra con Jorge Ibargüengoitia, en algún lugar”.
En su nombre, Joy Laville llevaba su destino: “Representaba una alegría serena del intenso mar, del cielo, de alguna palmera, flor o paseante bañados por la intensidad del color”, expresó Blanca Ruiz, doctora en arte.
Cada una de sus obras, detalló la también periodista especializada en artes visuales, “integra una narrativa sosegada y, a la vez, revela su gran fuerza interior para contemplar con agudeza la naturaleza y, especialmente, para profesar su gran amor a cada lienzo, como cuaderno abierto, atemporal”.
Como especialista, Ruiz advirtió que “en este tiempo en que se impone la inmediatez en todos los sentidos, y desde luego, en el ámbito artístico, el legado de Laville deja a los jóvenes artistas la importancia de revalorar la contemplación, de detenerse a observar todo lo que, aparentemente es sencillo, pero que envuelve la pasión, la pureza de la pintura”.
“Llenó de belleza y luz la pintura de México”, escribió el historiador Enrique Krauze
Retrospectiva de despedida
En 2015 Joy Laville encabezó la inauguración de una exposición retrospectiva, organizada en el Centro Cultural Jardín Borda, en Cuernavaca. La muestra reunió 130 obras entre pinturas, grabados, cerámicas y esculturas; a la inauguración acudieron el gobernador de Morelos, Graco Ramírez, y su esposa Elena Cepeda, además de Cristina Faesler, titular de la Secretaría de Cultura de la entidad; José Valtierra, director general de Museos y Exposiciones; Mónica Reyes, titular de la Secretaría de Turismo, y Antonio Crestani, director general de Vinculación Cultural del entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta). Joy Laville recorrió todavía muy entusiasmada su exhibición que era, sin saberlo, una suerte de gran despedida.
Tras su muerte, a la artista le sobrevive su hijo Trevor Rowe, quien proviene de su primer matrimonio.