Conocí a una leyenda…
Es lamentable cómo los decesos magnifican todas las oportunidades que dejamos de aprovechar con personas que se adelantaron en el camino. Enalteces sus virtudes y valoras su ejemplo, muchas veces, después de que concluye su ciclo terrenal, además de esa nostalgia por recordar los mejores momentos de aquellos seres queridos y lo bien que lo seguiríamos pasando.
Son pocos los casos de gente que causa impacto, admiración o que cautiva con su presencia, acompañada de una loable historia, la cual obliga a aprender de manera constante sobre los métodos para afrontar la vida. Es común que sean personas reconocidas, ídolos, arquetipos, ejemplos a seguir.
Hace poco, este hubiese sido el onomástico de una de las mejores personas con que alguna vez me relacioné; sería muy igualado decir que fuimos amigos, pero jamás demostró un valor que no concerniera a la amistad. Tenía una singular manera de ayudar, siempre sonreía antes de saludar a cualquiera, y sobre su trabajo no voy a hablar mucho: basta con decir que, para mí, era el mejor.
Su bandera era el profesionalismo, su pasión era su familia; de hecho, alguna vez comentó que “el matrimonio es lo mejor que le puede pasar a un ser humano”. Siempre veía al frente y su prioridad era mantener el equilibrio en su vida: decía que “el sentimiento de triunfo o de derrota no te puede durar más de un día”, una referencia clara a que no toda la vida puedes ser tan bueno o tan malo como revela el resultado que obtuviste en tu experiencia inmediata. Trabajaba diariamente para recomponer o perfeccionar el camino.
A su legado podemos sumar algo de lo que mencionó pocos meses antes de que se convirtiera en inmortal: “Me voy feliz, pensando en lo que hice y no en lo que dejé de hacer”. Su organización, en vida, le permitió tener planificado incluso lo que haría si volviera a nacer.
En cada cumpleaños se extraña más su presencia: valoras más su ejemplo, recuerdas lo que emocionalmente influyó en ti, y se engrandece el símbolo del sublime ser humano que fue.
Conocí a una leyenda… y lo llamaba ‘Cóndor’.