Antes del juicio final
En el programa televisivo Tercer grado, Andrés Manuel López Obrador fue cuestionado por su cercanía con parientes y aliados políticos de una Elba Esther Gordillo a la que calificara ahí mismo de corrupta, así como con el empresario Alfonso Romo, cuya probidad él mismo habría de poner en entredicho en uno de sus libros. Al respecto, describió a la líder sindical como “chivo expiatorio” de “la mafia del poder” y en cuanto a Romo concedió que, en efecto, había hecho señalamientos sobre su honestidad antes de recordar que es bisnieto de Gustavo Madero y, por tanto, “trae en la sangre su vocación democrática”.
Podría extenderme sobre lo cuestionable que resulta la idea de los valores demo- cráticos como factor genético —lo que, de entrada, negaría que el hermano del propio López Obrador sea un “traidor”, como él mismo lo ha llamado por apoyar al PRI—, pero prefiero concentrarme en su siguiente declaración, asaz más preocupante: “Todos tenemos altas y bajas, nos comportamos de una manera durante un tiempo y de otra manera después: por eso el juicio hacia un ciudadano, un dirigente, un político, el juicio final es hasta que uno se muere. Yo conozco gente que se ha portado muy mal durante un tramo de su vida y luego se reivindica”.
Supongo la aseveración válida en términos religiosos —lo que se ve reforzado por el uso del término “juicio final”— e incluso desde el paradigma histórico. Sin embargo, la integración de un equipo político no es cosa de Dios o de la historia, sino del estado de derecho, que no conoce de juicios finales, sino de debido proceso. Si pende duda sobre un ciudadano, éste debe ser juzgado de acuerdo con una ley que no es divina ni histórica y ni siquiera moral, sino procesal. Acaso sea posible encontrar redención espiritual en el arrepentimiento; la redención jurídica, sin embargo, es cosa que pasa por un sistema de impartición de justicia que, por fortuna, trasciende el juicio de un hombre, que no es final y menos sumario. Es nomás —y en ello estriba su republicana grandeza— legal.