Manifiesto mexicano
Dresser escribe: “Quisiera que pensaras en cómo escribir un nuevo himno nacional que no apelara a los gritos o a la guerra, sino a la celebración de nuestra multiplicidad”; de acuerdísimo, basta del peligroso y agresivo acero y de los oscuros centros dond
Hay hombres favorecidos por los sueños, escribió José Bianco en el principio de su novela La
pérdida del reino. Gil no pertenece a ese grupo selecto, pero a veces la vida lo favorece con obsequios, pequeñas maravillas que le arreglan la existencia. Gamés iba y venía entre el calor sofocante de estos días de fuego, subrayaba sus periódicos, guardaba archivos, escribía listas de temas para esta página del directorio.
En ésas estaba cuando encontró en sus manos manchadas de tinta su revista R.
Forma y Fondo de su periódico Reforma y en sus páginas un adelanto del nuevo libro de Denise Dresser: Manifiesto mexicano. Cómo perdimos el rumbo y cómo
recuperarlo (Aguilar, 2018). El adelanto lleva un título audaz y escalofriante “Manifiesto para un joven mexicano”. Y vénganos tu reino: se trata de un texto, qué dice Gil un texto, una muralla, qué dice Gil una muralla, una montaña, sí, eso, una montaña de emociones y conceptos. Dresser se dirige a un joven y a una joven: “No te conozco, pero sí te conozco”. Gamés podría decir algo parecido de Dresser: “Te desconozco, pero te adivino”.
Oigan esto: “Te ofrezco estas líneas, este libro que intenta contar dónde estamos como país y delinear la ruta para recuperar el rumbo perdido”. Momento, la oferta es confusa: unas líneas o un libro, porque hasta donde puede colegir Gilga, no son la misma cosa, aunque un libro en efecto tiene muchas líneas, a veces miles y miles y no pocas veces inútiles. Dresser propone “algo verdaderamente ciudadano. Algo nuestro” y explica que la corrupción, la impunidad, la guerra y los odiosos sinsabores mexicanos “explican el hartazgo ciudadano, la volcadura hacia la ira”. Gamés se imagino al país como un camión que en una curva con ignominioso peralte sufre una “volcadura” y cae a un barranco profundo conocido como “la ira”. Tremenda “volcadura”. En fon.
Un nuevo himno
En este “Manifiesto para un joven mexicano”, Dresser arenga, no puede decirse que escriba, Denise agita: “Quisiera que pensaras en cómo escribir un nuevo himno nacional que no apelara a los gritos o a la guerra, sino a la celebración de nuestra multiplicidad”. De acuerdísimo, basta del peligroso y agresivo acero y de los oscuros centros donde retiembla la tierra en sismos de al menos 8 grados de magnitud, y ese sonoro rugir del cañón, ¿no les parece ofensivo y poco ciudadano? Basta, jóvenes mexicanos, necesitamos un nuevo himno; venid, jóvenes bocanegritas, los vamos a encerrar en un reclusorio y no me salen hasta traer un himno que celebre la multiplicidad. Una probada, a vistas: “Mexicanos al grito de la multiplicidad”, lo malo es que no se puede cantar, pero nada le hace, tendremos un himno silencioso y, si se le permite a Gamés la cortesía, ese llamado al futuro tendrá una línea que diga así: “Y retiemble en sus centros la Dresser, al sonoro rugir de su prosa”. Ya quedamos en que no rima ni suena, que se trata de un himno sin himno, de silencios plurales, múltiples, de la “volcadura hacia la ira”. En fon. Para Denise, corrupción, impunidad, guerra y odiosos sinsabores mexicanos explican el hartazgo.
Prosa y prisa
La prosa de Dresser no es poca cosa (osa-osa), oigan y lean esto: “En las redes y en el debate público rondan los demonios de la descalificación, ESPECIAL las hienas de la histeria. La denostación —muchas veces escondida en el anonimato— es barata, mientras la valentía y la fuerza escasean (…) Estas páginas son un llamado a contrarrestar la divisibilidad, el enojo, el prejuicio e izar la bandera de la reflexión. Son una convocatoria a entender que la verdad no es tuya ni mía ni suya. Se encuentra en otro lado en la realidad que se impone”. Aigoeei. Aquí hay tela de donde cortar: primero, “las hienas histéricas”, si ya de por sí las hienas son mala onda, piensen ustedes en una hiena histérica; segundo, “la denostación barata”, Gilga le propone a Dresser que use mejor la palabra “denuesto”, que por lo demás es muy cara, y al tipo de cambio de hoy, ni se diga; tercero, eso de “contrarrestar la divisibilidad” le puso los pelos de punta a Gamés. Rayos y centellas, mejor convendría contrarrestar la “indivisibilidad”, Dresser usa unas palabrotas que dan miedo. Ahora mal sin bien: si se trata de izar la bandera de la reflexión, cuenten con Gilga. ¿Dónde la izamos? En el Zócalo. En verdad requerimos también de otra bandera. Nuevos símbolos. Cuando en lugar de prosa hay prisa los resultados sufren una “volcadura” hacia el barranco del ridículo. Todo es muy raro, caracho, como diría Jean de la Bruyére: La gloria o el mérito de algunos hombres es escribir bien; la de otros no escribir nada. m