Eduardo González
Julio de 2006. Un mes trepidante en la historia política del país, con uno de los episodios más anecdóticos para los libros de historia moderna del México del siglo XXI.
La elección presidencial del domingo 2 de julio de aquel año marcó el inicio de un camino que hoy vive sus nuevos episodios con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, 12 años después.
Uno de los factores que desde ese entonces cambió la vida política del gran PRI de décadas anteriores fue la incursión del magisterio mexicano en acción, organización y participación activa dentro de las campañas, candidaturas y decisiones del entonces partidazo.
El PRI de López Portillo, de Miguel de la Madrid, de Salinas, de Zedillo; el PAN de Fox y de Calderón, fueron parte de la arena en la que el maestro jugó un papel trascendental en México y su sistema educativo.
Doce días después de la polémica elección de Calderón en 2006, el PRI decidió romper para siempre con el magisterio; sí, a pesar de aparentar tenerlo como aliado durante todo este tiempo, la realidad es que ya no había confianza.
La gota que derramó el vaso fue la llamada traición de la maestra Elba Esther Gordillo, quien fue acusada por sus correligionarios tricolores, de promover “la formación de un partido antagónico” – Nueva Alianza-, de respaldar a candidatos del PAN y PRD en aquellas elecciones, y de por supuesto, hacer de Felipe Calderón el candidato de los maestros para votar en cascada en todos los estados.
Aquella acción le costó a Gordillo la animadversión no solo del PRI, sino de cualquier proyecto político a futuro pues quien traiciona una vez traiciona dos veces. Calderón la sostuvo, no tuvo de otra, pero en 2012, al llegar Enrique Peña Nieto, las cosas fueron diferentes; arrinconada y acusada de crimen organizado, lavado de dinero, operaciones con recursos de procedencia ilícita y fraude fiscal, terminó en prisión por más de 4 años y actualmente continúa bajo proceso pero en libertad condicionada.
Con Peña, el SNTE no solo fue desmantelado sino desactivado, sin utilidad como gremio en defensa del trabajador educativo, permitiendo incluso que reformaran su vida orgánica y les impusieran una evaluación bajo estrictas condiciones.
De forma paralela, Nueva Alianza sirvió como aliado estratégico del PRI, más por miedo que por convicción por parte de los miles de maestros que no les quedaba de otra más que apoyar a candidatos y proyectos tricolores; a cambio, no seguirían siendo vapuleados como hasta ahora lo habían sido.
La mayoría de trabajadores del SNTE aguantaron estoicamente y hace una semana, en las urnas, le contestaron al PRI, al presidente y a sus propios dirigentes lo que pensaban realmente. Una cosa fueron las campañas, los eventos a reventar, los matracazos y las porras, y otra… los votos que realmente dieron al Panal. ¿Traición, venganza o acto de justicia?