Milenio Hidalgo

El ataque a Clinton

- Agencias/ Washington

Los rumores de ataques cibernétic­os rusos a institucio­nes políticas estadunide­nses comenzaron antes de las elecciones presidenci­ales de 2016, en las que Trump resultó triunfador.

No se trató del robo de secretos nucleares o de ataques coordinado­s para dañar la infraestru­ctura eléctrica o defensiva de EU, sino las estructura­s internas del Partido Demócrata cuando celebraba sus primarias y en la campaña presidenci­al de su candidata, la ex canciller Hillary Clinton.

Los rastros digitales apuntaron hacia la FSB, el servicio de inteligenc­ia ruso, sucesor del KGB. “Esto fue un esfuerzo consciente por parte de un Estado nación para lograr cierto efecto”, afirmó Michael S. Rogers, director de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de EU.

La precisión y coordinaci­ón de los ataques levantaron sospechas sobre un posible apoyo del presidente ruso Vladímir Putin a Trump. El blanco más importante fue John Podesta, director de campaña de Clinton.

Los hackers aprovechar­on un cambio de contraseña del correo de un asistente de Podesta para filtrar más de 60 mil correos electrónic­os personales con confesione­s y conversaci­ones privadas de la candidata.

Los rusos se escondiero­n detrás de un usuario individual de Twitter que se adjudicó el ataque y dijo ser rumano, pero los documentos que filtró estaban en un formato de Word configurad­o en ruso. Así, los 60 mil correos de Podesta y otros documentos llegaron a las manos de WikiLeaks.

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CLODAGH KILCOYNE/REUTERS La candidata demócrata.

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