Las lecciones de este invierno huachicolero
En toda crisis las contradicciones se exacerban y podemos observar mejor los aspectos de la realidad que en días normales aparecen atenuados y difíciles de aprehender. En este invierno del huachicol, aunque aún no concluye la crisis, sí hay algunas lecciones.
1. La dimensión del robo. El huachicol destapó el robo a Pemex y mostró que en él están involucrados no solo los chupaductos, su aspecto más visible, sino la propia iniciativa privada y quienes operan desde las entrañas de la empresa. Con todo, ese saqueo no iguala al que durante años se ha hecho desde el poder. La obsolescencia de la flota de buques tanque, por ejemplo, llevó a rentar cargueros con sobreprecios en negocios montados por ex directivos y líderes sindicales.
Las filiales de Pemex abiertas en paraísos fiscales han servido para saquear en gran escala, como documenta la periodista Ana Lilia Pérez en El cártel negro y Pemex RIP. Vida y asesinato de la principal empresa mexicana. Al lado de los barones del petróleo, los huachicoleros del Triángulo Rojo de Puebla o los saqueadores de Salamanca son meros aprendices. No olvidemos a Amado Yáñez y Oceanografía ni a Carlos Romero Deschamps y su amparo.
2. La sobreestimación. Hay miles de personas afectadas por la escasez de combustible y pérdidas millonarias, eso es innegable, como también lo es que desde los medios tendemos a magnificar lo que ocurre. Nuestra visión, dominada por periodistas formados en la cultura del automóvil, nos hace asumir que TODA la población está afectada por la crisis de abasto de gasolina. No es verdad.
Si bien todos podemos terminar afectados si no se resuelven pronto los problemas de distribución, son los automovilistas quienes más resienten las filas en las gasolineras, pero en vehículos privados solo se realiza 30 por ciento de los viajes y la mayor parte de la población se traslada en transporte público.
Ese error de perspectiva que cometemos desde los medios lo refleja la encuesta de Gabinete de Comunicación Estratégica levantada a raíz de la crisis y que arroja que 77 por ciento de la población está de acuerdo con el cierre de ductos. Partidos, organismos empresariales y la mayoría de los órganos de representación repiten el error de sobreestimar las molestias. De algo similar hablaba en estas páginas Fernando Escalante, en el contexto de los chalecos amarillos: de la crisis de mediación.
3. Autoorganización. Más allá de los bloqueos de calles, algunas peleas a golpes y otros episodios violentos por las filas en búsqueda de combustible, lo cierto es que vecinos, familias y amigos se organizaron en cadenas de WhatsApp, mapas de google, alertas y demás para saber dónde conseguir gasolina, en qué horario llegaban las pipas y en orden aguardaron para llenar sus depósitos.
4. La dependencia. Por último pero no menos importante, la crisis arrojó luz sobre nuestra excesiva dependencia del petróleo y del automóvil privado para la movilidad.
En estos días de crisis el aire se tornó más transparente y limpio en las ciudades, con menos vehículos circulando. Hay que revisar también dónde estamos invirtiendo y cómo las decisiones de gobierno pueden revertir las políticas centradas solo en un modo de transporte. Vale la pena.
El saqueo no iguala al hecho desde el poder, como la renta de cargueros con sobreprecios