Milenio Hidalgo

Hamilton en Puerto Rico

- SUSANA MOSCATEL susana.moscatel@milenio.com

Hay historias de éxito, pero hay otras de la más profunda inspiració­n, y esta que les narro es ambas cosas. El pasado fin de semana se estrenó en Puerto Rico la puesta en escena más exitosa al menos de la última década y lo hizo de una manera que demuestra lo poderoso que puede ser el arte cuando realmente se quiere.

Hace apenas un mes Lin-Manuel Miranda estaba aquí, con nosotros en México, platicando de su rol en Mary Poppins y mucho más. Pero exactament­e igual que su personaje, Alexander Hamilton, LinManuel parece lograr hacer en una semana más de lo que la mayoría de nosotros apenas podríamos en una vida. Estar cerca de él, ver cómo funciona su mente creativa y a la vez darte cuenta de lo consecuent­e que es su corazón con su trabajo, es uno de los más grandes privilegio­s que uno puede vivir en este medio o en el mundo teatral. Una vez dicho eso, Hamilton también ha sido una moda como ninguna y así como la gasolina, la escasez de boletos para poder ver el musical lo ha hecho todo un fenómeno. Sobre todo, hace ya dos años, cuando Lin dejó de interpreta­r al “Padre de la patria sin padre” que hoy (todavía) adorna el billete de los diez dólares.

Al final de cuentas en Nueva York los boletos para las últimas funciones donde él aparecería haciendo al personaje que narra la historia del nacimiento de una nación a través del hip hop, rhythm and blues y hasta pop, volaban a precios absolutame­nte impensable­s, hasta diez mil dólares. Nunca ha ocurrido algo igual. Pero él sabía que tenía que seguir adelante y crear cosas nuevas, no quedarse en ese personaje que “escribía como si se le fuera a acabar el tiempo” y que estaba desesperad­o por dejar un legado.

¿Qué lo hizo regresar? Un huracán, lo cual es bastante significat­ivo, porque en la vida real un huracán es lo que hace que el verdadero Alexander Hamilton escribiera un texto tan conmovedor que lo mandaron a estudiar a las colonias desde la isla en el caribe donde había nacido y quedado huérfano, antes de la revolución. Todo un inmigrante. Pero ahora hablamos del huracán María que el año pasado devastó Puerto Rico, donde la mayoría de su familia nació (el ya lo hizo en Nueva York) y donde están bien plantadas muchas de las raíces de su identidad.

Bien, pues para volver a iniciar siquiera la existencia de un programa que apoye las artes, Lin-Manuel cumplió con volver a ponerse el atuendo de la revolución y hacer de nuevo el papel en “casa”. Dando boletos casi regalados a los locales y vendiendo boletos “ridículame­nte caros” (palabras de él) para que quien quisiera ir a verlo de fuera y tenga unos cinco mil dólares que le sobre, visitaran la isla, vieran a Hamilton con su Alexander original y ayudaran a la reconstruc­ción. La critica dijo que él estaba mejor que nunca, lo cual es increíble cuando vemos sus videos de como iba ensayando mientras paseaba por el metro de Nueva York. Y saben, no quedó un solo boleto. ¿Qué tal eso si estamos hablando de legados?

Lin-Manuel parece lograr en una semana más de lo que la mayoría podríamos en una vida

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