Lenguaje escrito: ¿accesible o complejo?
Hace dos veranos caminaba por el Barrio Latino de París cuando una revista mensual colgada en un quiosco, Philosophie Magazine (No. 111, 2017), llamó mi atención por traer un pequeño llamado debajo del cabezal con pase a una entrevista a Salman Rushdie, en la que el novelista hablaba de sus libros, de cómo India derivaba con rapidez al fascismo, del desastre Trump y de la bienvenida a la época de lo imposible.
Conelbanquetequerepresentahusmearycomprar entrelostítulosusadosdelaslibreríasdelazonacircundante a La Sorbona y la amplia oferta de revistas culturales,lalecturadelnúmeroencuestiónselimitóentonces a la entrevista al autor de Los versos satánicos y no fue sino hasta estos días en que me hallé ante un interesante ejercicio periodístico en páginas interiores.
“¿El pensamiento debe explicarse con un lenguaje accesible?” Una sola pregunta para dos filósofos, uno también novelista, Frédéric Schiffter, respondiendo “sí”, otra que además es traductora, Françoise Dastur, considerando que “no”.
Argumenta Schiffter, quien ha cultivado principalmente el estudio de Montaigne, Schopenhauer y Cioran: “De estudiante me torturaba entender el significado de una página de la Lógica de Hegel o un párrafo de El ser y el tiempo de Heidegger y atribuía esta falta de comprensión a los límites de mi inteligencia. A veces culpaba a los traductores y lamentaba no leer directo en alemán. Al final, fallando todos mis intentos por descifrarlos, terminé por admitir que esos dos autores canónicos apuntaban a blofear para intimidar a ingenuos”.
Más adelante expone: “Con el objetivo de despertar la curiosidad de sus contemporáneos, un filósofo honesto escribirá en la lengua común a condición de respetar el uso correcto. (…) Si no elige con cuidado términos simples y precisos, condena su pensamiento a quedar cautivo de una caverna íntima. Escribiendo, descubrirá lo que piensa y si lo que piensa está bien pensado”.
Dastur, profesora universitaria de fenomenología y experta en autores complejos como Husserl, Heidegger y Merleau-Ponty, considera: “Muchos pensadores, por no decir todos, prueban con la necesidad de dar un nuevo sentido a las palabras del lenguaje cotidiano, de crear neologismos y aun de analizar la etimología de términos corrientes. ¿Tal complejidad es condenable? No lo creo. Todas las ciencias se caracterizan por el uso de un lenguaje técnico que solo deviene inteligible a partir de un largo periodo de aprendizaje. ¿Por qué tendría que ser distinto para la filosofía?”.
Pero aclara: “Me opongo a la jerga y al exceso retórico en la filosofía. La forma de complejidad que defiendo no es sinónimo de oscuridad, de encierro en un lenguaje técnico, sino de un juego o un trabajo sobre el lenguaje cotidiano, la creación de un saludable efecto para sorprender. Esa complejidad sacará al lector de su zona de confort, de lo que conoce habitualmente, porque, como dice Merleau-Ponty, permite reaprender a ver el mundo”.
Usted, ¿qué lenguaje prefiere?
Una sola pregunta para dos filósofos, uno respondiendo que accesible, otra dice que complejo