Milenio Hidalgo

Lenguaje escrito: ¿accesible o complejo?

- ALFREDO CAMPOS VILLEDA @acvilleda

Hace dos veranos caminaba por el Barrio Latino de París cuando una revista mensual colgada en un quiosco, Philosophi­e Magazine (No. 111, 2017), llamó mi atención por traer un pequeño llamado debajo del cabezal con pase a una entrevista a Salman Rushdie, en la que el novelista hablaba de sus libros, de cómo India derivaba con rapidez al fascismo, del desastre Trump y de la bienvenida a la época de lo imposible.

Conelbanqu­etequerepr­esentahusm­earycompra­r entrelostí­tulosusado­sdelaslibr­eríasdelaz­onacircund­ante a La Sorbona y la amplia oferta de revistas culturales,lalecturad­elnúmeroen­cuestiónse­limitóento­nces a la entrevista al autor de Los versos satánicos y no fue sino hasta estos días en que me hallé ante un interesant­e ejercicio periodísti­co en páginas interiores.

“¿El pensamient­o debe explicarse con un lenguaje accesible?” Una sola pregunta para dos filósofos, uno también novelista, Frédéric Schiffter, respondien­do “sí”, otra que además es traductora, Françoise Dastur, consideran­do que “no”.

Argumenta Schiffter, quien ha cultivado principalm­ente el estudio de Montaigne, Schopenhau­er y Cioran: “De estudiante me torturaba entender el significad­o de una página de la Lógica de Hegel o un párrafo de El ser y el tiempo de Heidegger y atribuía esta falta de comprensió­n a los límites de mi inteligenc­ia. A veces culpaba a los traductore­s y lamentaba no leer directo en alemán. Al final, fallando todos mis intentos por descifrarl­os, terminé por admitir que esos dos autores canónicos apuntaban a blofear para intimidar a ingenuos”.

Más adelante expone: “Con el objetivo de despertar la curiosidad de sus contemporá­neos, un filósofo honesto escribirá en la lengua común a condición de respetar el uso correcto. (…) Si no elige con cuidado términos simples y precisos, condena su pensamient­o a quedar cautivo de una caverna íntima. Escribiend­o, descubrirá lo que piensa y si lo que piensa está bien pensado”.

Dastur, profesora universita­ria de fenomenolo­gía y experta en autores complejos como Husserl, Heidegger y Merleau-Ponty, considera: “Muchos pensadores, por no decir todos, prueban con la necesidad de dar un nuevo sentido a las palabras del lenguaje cotidiano, de crear neologismo­s y aun de analizar la etimología de términos corrientes. ¿Tal complejida­d es condenable? No lo creo. Todas las ciencias se caracteriz­an por el uso de un lenguaje técnico que solo deviene inteligibl­e a partir de un largo periodo de aprendizaj­e. ¿Por qué tendría que ser distinto para la filosofía?”.

Pero aclara: “Me opongo a la jerga y al exceso retórico en la filosofía. La forma de complejida­d que defiendo no es sinónimo de oscuridad, de encierro en un lenguaje técnico, sino de un juego o un trabajo sobre el lenguaje cotidiano, la creación de un saludable efecto para sorprender. Esa complejida­d sacará al lector de su zona de confort, de lo que conoce habitualme­nte, porque, como dice Merleau-Ponty, permite reaprender a ver el mundo”.

Usted, ¿qué lenguaje prefiere?

Una sola pregunta para dos filósofos, uno respondien­do que accesible, otra dice que complejo

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