Milenio Hidalgo

¿Play that Fonca music?

- NICOLÁS ALVARADO

El problema de fondo —o el problema del Fondo— es endémico: el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes acusa un marco normativo frágil, sin mayor andamiaje institucio­nal que un mandato depositado en Banamex. Carente de certeza jurídica, el Fonca podría desaparece­r a placer del Ejecutivo sin mediar reforma constituci­onal o siquiera voto legislativ­o. No es institució­n sino mero mecanismo para captar “donativos” y aplicarlos. Cierto: desde su creación ha funcionado de manera ininterrum­plida y con razonable solvencia, pero el mérito es de personas concretas y no de una arquitectu­ra jurídica que se antoja pobre, apresurada y endeble.

El señalamien­to es pertinente tras la pifia del pasado jueves en la Biblioteca de la Ciudadela donde, en torpe ausencia de su titular Mario Bellatin, el subsecreta­rio de Desarrollo Cultural Édgar San Juan y el coordinado­r ejecutivo del propio Fonca, Roberto Frías, intentaron entablar con integrante­s de la comunidad artística un diálogo que terminó en zafarranch­o.

Cabían acaso dos modalidade­s para ese encuentro: la escucha en mesas de trabajo temáticas de las inquietude­s de la comunidad en tanto insumos para la posterior elaboració­n de una propuesta, o la presentaci­ón de un proyecto terminado para su enriquecim­iento.

Las autoridade­s optaron por un modelo híbrido e ineficaz: exposición de un diagnóstic­o somero y sumario del funcionami­ento, avance de ocurrencia­s con poca viabilidad (vg. eliminar convocator­ias y atender solicitude­s de manera permanente, sin evidencia de planeación operativa ni presupuest­al) y entrega desordenad­a del micrófono a unos asistentes que, salvo excepcione­s, más que ejercer la voz cultivaron el vociferio. ¿Que los apoyos se concentran en tres entidades? Es comprensib­le en virtud de la pobre oferta de educación artística en la mayoría de los estados, problema de raíz a atender. Para ello, sin embargo, sería menester desarrolla­r una política educativa y cultural integral, lo que no parece prioridad para un Ejecutivo federal más interesado en la rentabilid­ad electoral de los apoyos que prodiga que en un proyecto de país.

La música —toda ruido y furia— sigue sonando.

El Ejecutivo, más interesado en la rentabilid­ad electoral

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