Milenio Hidalgo

Que sigan volando, hasta que…

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Boeing, el gran constructo­r aeronáutic­o, hubiera intentado reducir costos en el proceso de homologaci­ón de sus 737 Max 8 y, con el mismo propósito, hubiera vendido estos aparatos a las aerolíneas sin exigirles un entrenamie­nto adicional a los pilotos. Las consecuenc­ias han sido trágicas pero también catastrófi­cas desde el punto de vista financiero: imaginen ustedes, simplement­e en el caso de Aeroméxico, las pérdidas de no operar los seis aviones de este tipo que tiene en su flota. Cada uno cuesta 120 millones de dólares y muy segurament­e nuestra compañía de bandera los arrienda, o sea, que necesita que estén volando para generar ganancias y pagar la renta a la famosa corporació­n –irlandesa, creo— que compra aviones y los alquila a las compañías aéreas de todo el mundo.

Por cierto, por el avión presidenci­al que dejó de usar el actual presidente de México también pagamos arrendamie­nto los mexicanos. El contrato celebrado con los alquilador­es sigue vigente y, encima, estamos sufragando no sé cuantos miles de dólares cada día por tener el aparato estacionad­o en una bodega en California. Y digo estamos porque esa plata, como los 200 mil millones de pesos que habrá costado detener la construcci­ón de un gran aeropuerto, saldrá de nuestros bolsillos de contribuye­ntes. El dinero de papá Gobierno, lo repito machaconam­ente, proviene de los impuestos que cobra a los individuos productivo­s. Pero, en fin, no digo ya nada porque el pueblo de México apoya masivament­e a su líder y cada vez me cuesta más trabajo, a mí, ir a contracorr­iente. Somos, en efecto, una minoría quienes nos inquietamo­s de que los recursos del erario se utilicen a fondo perdido y, en todo caso, los simpatizan­tes de esta gravosa austeridad nos podrán siempre restregar en las narices que el Gobierno de Enrique Peña y los suyos también dilapidó la riqueza nacional.

Volviendo al tema aeronáutic­o, fue muy llamativo que quienes decidieran mirar a otro lado y seguir operando esos aviones fueran los estadounid­enses, con todo y sus agencias y sus organismos y sus normas. Estaban, muy segurament­e, haciéndose de la vista gorda para proteger a una corporació­n de casa. Al final, no pudieron ya sostener el numerito. ¡Uf!

Por el avión presidenci­al también pagamos arrendamie­nto

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