Milenio Hidalgo

25 años, el proyecto truncado

- DANIEL LUDLOW KURI twitter: @jvalerapie­dras

Quiero dedicar este artículo a quien hace 25 años fue asesinado por soñar con un México diferente; por soñar que las cosas podían y debían hacerse de otra manera; por soñar en cambiar una realidad que ya agobiaba a este país; a Luis Donaldo Colosio, candidato a presidente de la República y víctima de un magnicidio.

No describiré aquí los hechos suscitados sino la parte de la historia que me tocó vivir y ser parte de ella.

Tenía yo en ese entonces 32 años de vida, un joven que iniciaba su carrera política y que al igual que Colosio y muchos otros personajes que tuve oportunida­d de conocer, soñaba con participar y desde mi trinchera tratar de cambiar algunas realidades de este país y de mi estado. Era mi primer cargo en el sector público, venía de participar activament­e por varios años en el sector organizado de la iniciativa privada, de haber tenido la fortuna de ser el Coordinado­r de la Feria de Pachuca de 1990 y 91, y tener un año como diputado local.

Un programa que Colosio quería echar a andar como parte de esa renovación y que embonaba perfectame­nte con mi perfil aunque no era algo que al PRI le gustaba, era empoderar a la sociedad y empezar a tender vínculos de participac­ión con ella, el programa se llamaba Sociedad Urbana.

Recuerdo que el delegado del PRI en Hidalgo en ese entonces era Víctor Tinoco Rubí, quien me nombró coordinado­r de ese programa para el estado. Me encantaba la idea. Eso me permitió de alguna manera involucrar­me en el proyecto colosista. Gracias a ello pude estar presente el 6 de marzo en el Monumento a La Revolución, donde se realizó un mitin del candidato en el cual pronunció lo que yo llamo, “el discurso fatídico”, el cual lo marcó y que ha quedado registrado para siempre en la historia de nuestro país. Un discurso enérgico, lleno de valor, pasión, sentimient­o y que reflejaba una visión clara y real de lo que todo México pedía y deseaba, un discurso que muchos queríamos oír pero que se hacía imposible escucharlo de parte de un candidato del partido en el gobierno y que criticara las fallas del “sistema”. Fue una introspecc­ión pero hecha públicamen­te.

¡Sin duda prendió! Yo estaba sentado atrás de Diana Laura, la esposa de Colosio, quien reflejaba alegría y orgullo por lo que ahí ocurría, por el resurgimie­nto del candidato quien no las había traído todas consigo. Salimos emocionado­s por lo escuchado minutos antes, conversába­mos sobre el valor que tuvo Luis Donaldo, pero también comentábam­os ¿si sería aceptado en los Pinos lo ahí expresado o si ya había tenido la venia del presidente Salinas para decir lo que dijo y con ello tener el repunte de su campaña de manera definitiva?

Días después, el 23 de marzo, recuerdo que regresaba de una gira de trabajo por mi distrito XII de Molango, cuando informaban por la radio que el candidato había sufrido un atentando en Lomas Taurinas, que su estado era delicado pero no tenían mayor informació­n. Me quedé mudo, helado, consternad­o, como si se tratara de alguien de mi familia. No lo podía creer. Llegué a la casa y mi esposa se encontraba sentada frente al televisor como millones de mexicanos atentos a los acontecimi­entos. Al saber la fatídica noticia las lágrimas apareciero­n, sentí rabia dentro de mí, coraje y mucha tristeza y dolor, todo al mismo tiempo.

En la primera sesión del Congreso Estatal, después del magnicidio, en mi lugar puse un letrero con la leyenda, “¿Quién mató a Colosio? Exigimos la verdad”. No, bueno, ¿se imaginan a un diputado del PRI haciendo ese reclamo? De inmediato me mandaron decir que lo retirara, no lo hice. Posterior hubo una marcha y llevé colgado al cuello ese mismo letrero. Varias presiones y reclamos recibí de parte de los “míos”.

Posteriorm­ente el programa Sociedad Urbana, desapareci­ó. Con la muerte de Colosio, murió también la esperanza de un cambio real que los mexicanos anhelábamo­s.

Esa hambre y sed de justicia que Luis Donaldo, veía como una aspiración de este pueblo, se vio manifestad­a nuevamente en el año 2000 con el triunfo de Vicente Fox. Tuvo un gran bono social y aunque hizo cosas buenas, pudo haber transforma­do al país, pero no quiso, no supo, no pudo o lo que haya sido, y nuevamente los mexicanos vimos frustrado ese anhelo de saciar el hambre y la sed de justicia.

Por tercera ocasión el pueblo mexicano se manifestó para tratar de hacer realidad ese profundo anhelo que traiga justicia y bienestar. La historia al respecto se empieza a escribir con Andrés Manuel López Obrador. Veremos qué pasa y si esta vez se hace realidad o volvemos a fracasar.

En memoria de Luis Donaldo Colosio y de su esposa Diana Laura Rioja, a 25 años de este triste y lamentable acontecimi­ento.

Colosio quería echar a andar un programa para empoderar a la sociedad

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