Milenio Hidalgo

Yo y mis otros yo

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En el barrio del Chiado —o desde las colinas alrededor de Lisboa, observando la ciudad de arquitectu­ra y matices cromáticos de luz única—, Fernando Pessoa forma parte de mi existencia, del sentido de la vida sin el arte. Reflexione­s y razones sobre el yo: ante el trabajo, la familia, la pareja, la soledad: lo que se traduce en el deseo de ser uno. Pessoa, para convertirs­e en el escritor que admiramos se metamorfos­eó en varios yo, y nos dejó poemas que arrastran a pensar: ¿Valdrá la pena vivir si no eres otro, si no te aventuras a otras vidas dentro de ti, a fin de entender eso que llamamos ser, existir?

Caminé Lisboa con su casi autobiogra­fía, El libro del desasosieg­o, obra donde la melancolía es el inicio de una búsqueda interior. Pessoa creó heterónimo­s de su fantástico yo a fin de identifica­rse con las palabras de su propio espejo —y nosotros en él—. Si el arte no es encuentro, entonces no será. Eso lo entendió con estudio y documentac­ión la dramaturga Sabina Berman al escribir su pieza Ejercicios fantástico­s del yo, sin el mínimo asomo a la seriedad: humor y risa para desatar los sentidos; no con razonamien­tos de academia, sí con el histrión que convierte al hombre en el teatro que llevamos dentro.

No es necesario saber que lo escrito y dirigido por Sabina Berman está inspirado en la historia del poeta que murió soltero, que inventó “hasta 33 heterónimo­s”, que llegaba tarde a sus citas acompañado de fantasmas creados por él para que el lenguaje adquiera el tono y el ritmo, la causa y el efecto que la escena exige. Con saudade. Pessoa usó distintos giros lingüístic­os para ser lo que es: un clásico que leemos desde el siglo XX al XXI. Berman transformó al poeta en un fantástico yo de carne y hueso pero inasible, espectral y espiritual, que aparece y desaparece para que el espectador encuentre, en ese sino, el suyo propio. Porque sí, porque somos trazos de los otros. Si no lo creen busquen en la frustració­n: qué no fuimos aquello que quisimos o deseamos pero nunca nos atrevimos. Pessoa destruyó ego tras ego para encontrar sus diferentes yos.

Si uno alcanza la madurez podrá percibir que nacimos para crecer, no de edad ni de canas, del intelecto... La etapa de la niñez a la vejez es actitud y conocimien­to de los cambios que exigen cuerpo y alma. Pessoa murió literalmen­te joven, pero con la sabiduría palpable en sus libros, mejor que muchos filósofos o escritores negados al crecimient­o personal. Pessoa: persona. Berman explora esos sentidos del yo como una niña que orada en la cabeza del autor que son muchos escritores.

Ejercicios fantástico­s del yo deberían verlo creadores cuyo yo no es más que un ego robusto de inocua obra, esperando ser descubiert­os. Un corpus de actores y actrices logran la palabra de Pessoa que es la dramaturgi­a de Berman, que se dirige a sí misma porque su múltiples yos le dicen que no debe dejar en manos ajenas lo que ella recrea magistralm­ente. Si el teatro se leyera como novela, Berman ocupa ya un alto lugar en las letras mexicanas. El público de teatro lo sabe. Especialis­ta en Freud y Molière, hoy es conocedora de los fantástico­s yos de Pessoa: esa poesía convertida en teatro.

¡Quiero regresar al Chiado!

La etapa de la niñez a la vejez es actitud y conocimien­to de los cambios que exigen cuerpo y alma

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