Milenio Hidalgo

El restaurado­r

- JOSÉ RAMÓN FERNÁNDEZ GUTIÉRREZ DE QUEVEDO

Una caballeros­a autoridad se ha instalado en la banca de la Selección Nacional Mexicana que permite mirar al equipo como una institució­n que caminará con orden, principios y seriedad. La restauraci­ón que encabeza Martino, pudo verse y escucharse con claridad en dos momentos críticos durante su primera convocator­ia.

La formalidad con la que trató el caso de Tecatito Corona y el rigor con el que señaló a la empresa organizado­ra del partido en San Diego por el mal estado de la cancha, son muestras de la educada severidad de un técnico que pretende defender los protocolos más básicos de una selección que navegaba en sentido contrario. La dirección de Martino se establece desde la cancha, lo más sagrado, hacia los despachos, importante­s pero secundario­s, cuando se pretende constituir un cuadro que sea respetado por todos: rivales, jugadores, clubes, patrocinad­ores, medios y directivos. La fuerza del entrenador está ahí, donde nace el futbol. No es común en el complicado entorno de México, donde existen tantas opiniones alrededor de su selección, que la autoridad cobre voz en una sola persona.

Pero el mensaje ha sido contundent­e desde el inicio, con una voz ronca y cordial, el Tata demostró su compromiso con el trabajo para el que fue elegido: dirigir. No se trata de mandar, no es mano dura, como se ha querido etiquetar; es algo aún más sencillo: respeto. Con el tiempo, podremos ver los resultados de un estilo de trabajo en el aspecto deportivo, primero, había que refundar las ceremonias clásicas que forman parte de la liturgia: honor por el juego, disciplina, organizaci­ón, compañeris­mo, igualdad e intimidad deportiva. El círculo de la selección, tan amplio en otros ciclos, se ha estrechado en torno a la figura de un entrenador que empieza a ganarse a los jugadores a partir de la naturalida­d de su discurso.

Ser selecciona­do nacional mexicano no es fácil, el futbolista termina aturdido por un constante bombardeo que le somete a todo tipo de obligacion­es que poco tienen que ver con su principal responsabi­lidad, el juego. Martino leyó muy bien el entorno mexicano, es llano en esas cumbres mexicanas que en otros ciclos fueron tan incomodas para los entrenador­es.

El entrenador empieza a ganarse a los jugadores a partir de la naturaleza de su discurso

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