Así no se juega una final
Qué feo partido de ida de la final del futbol mexicano. Se podrá decir que ningún finalista está para dar espectáculo sino para ganar, pero esa idea solo contribuye a un concepto muy mediocre, inmerecido de una liga que quiere ser considerada como una de las mejores del mundo.
¿En dónde está la clave para activar el modo ofensivo en equipos que se armaron para atacar? ¿Por qué en los partidos decisivos, de mayor atractivo y convocatoria, los equipos se instalan en mostrar sus miserias?
No habrá espacio en estas horas que anteceden al juego de vuelta para responderlas, de eso estoy seguro. Así que ya nos fregamos.
El próximo domingo en el estadio del León vamos a ver durante todos los minutos que vivamos antes de que caiga un segundo gol de los Tigres, una actitud miserablemente calculadora.
Nadie querrá arriesgar para no perder de forma inocente un campeonato. Pero bien puede darse lo mismo que vivió el Cruz Azul hace unos meses en la final que perdió ante el América. Un planteamiento que le apostó casi, casi a los penales de parte del equipo local y ¡zas! Un poco antes de que terminara el tiempo regular llega un gol y todo se acabó.
Cómo me gustaría que Ignacio Ambriz y Ricardo Ferretti entendieran que lo mejor que pueden hacer es ganar o morir de algo… Caray, por qué hay que estar recordándoles esto cada final. A cualquier entrenador.
A mí me resultó el juego de anoche verdaderamente decepcionante. No le veo mérito por ningún lado. Siento que ninguno de los actores del partido entendió que estaban jugando una final. O la primera parte de una final. Y esto es terrible.
Les importa un verdadero comino que el espectador que le dedicó dos horas de su tiempo termine decepcionado por lo poquito que recibieron a cambio.
Eso no es hacer afición.
Siento que ninguno de los actores del partido entendió que estaban jugando una final