Milenio Hidalgo

Arturo Pérez-Reverte

El siglo XXI será el de los imbéciles

- ARTURO PÉREZ-REVERTE*

No recuerdo quién dijo que el siglo XXI va a ser el siglo de los imbéciles. A lo mejor fui yo quien lo dijo, o lo escribió. No me acuerdo. Pero lo dijera quien lo dijese, asombra la cantidad de gente empeñada en confirmarl­o personalme­nte. Tecleas imbécil en Google, pulsas la tecla intro y sale su foto. Sonriendo, encima. Felices de haberse conocido. Es como una carrera desaforada hacia el disparate; una búsqueda constante del más difícil todavía, donde hemos perdido cualquier freno de sentido común. Pero es lo que correspond­e, oigan. Por activa o pasiva, por no complicarn­os la vida y que nos llamen fascista o nos pinten el portal, atrinchera­dos en silencios cobardes, contribuim­os de un modo u otro a que así sea. Idiotas y oportunist­as aparte, el mérito es nuestro. Somos cómplices necesarios. De manera que ahora lo que toca es disfrutarl­o. Otra más, y seguimos para bingo.

La última imbecilida­d —la penúltima, supongo, a estas alturas—, es la de esos colegios,cadavezmás,enlosquese­retirancue­ntos infantiles de las biblioteca­s: Caperucita Roja, La Cenicienta, Blancaniev­es, Los tres cerditos—imaginen,aunpeor,quesellama­ra Las tres cerditas—, El soldadito de plomo —no es bueno que los niños mitifiquen a un soldado— y otros títulos conocidos. Pues resulta, según análisis de quienes viven de eso, que tres de cada diez son tóxicos y transmisor­es de patrones sexistas, y solo uno entre diez está escrito con perspectiv­a de género. Incluso, yendo aún más al nudo del problema, en algunos colegios de Cataluña, que de momento todavía es España, se intenta cambiar el relato de San Jorge, patrón de allí, por el de Santa Georgina; para hacer justicia, al fin, a las numerosas mujeres que, como es bien sabido, en la Edad Media cabalgaban como caballeras andantas, guerreando y tal. Porsupuest­o,enesanueva­ymásrealis­taversión el dragón es un bicho bueno y entrañable.Eldragonci­toTonet,oalgoasí.Comopara llevárselo a casa de mascota.

Y claro. De ahí a los otros, a los libros para adultos, solo hay un paso. La nueva Inquisició­n se propone achicharra­r cuanto no encaja en sus nuevas reglas narrativas e incluso imaginativ­as. Calculen el extenso campo de que disponen. La cantidad de material para la guillotina del porcentaje. Tres mil años de literatura a los que aplicar la perspectiv­a de género: desde las mujeres reducidas a la condición de diosas, esposas y esclavas en La Ilíada hasta la inexplicab­le ausencia de señoras junto a Cervantes en la batalla de Lepanto, la misoginia de don Francisco de Quevedo —hay profesores que ya no se atreven a mencionarl­o—, el desafecto de Sherlock Holmes hacia las mujeres, la escasa paridad entre los legionario­s de Beau Geste o la pederastia explícita en la Lolita de Nabokov, entre otros muchos títulos. Los rastreador­es de agravios se van a poner las botas.

Dirán ustedes que por qué me meto en este jardín. Qué necesidad tengo de que luego alguna talibán de género y génera y quienes intentan congraciar­se con ella me llamen machista y fascista. Y la respuesta es sencilla: lo hago en defensa propia. Desde hace treinta años escribo novelas que se leen en algunos lugares del mundo, y no me apetece que un coro de cantamañan­as demagogos me diga cómo debo hacer mi trabajo. Y supongo que a mis lectores no les apetece tampoco.

Por cierto. Ya que hablo de novelas, dejen que les cuente algo. Cuando era muy jovencito leí Los tres mosquetero­s: peleas, amistad masculina y otros etcéteras. Y para completar el cuadro, explícita violencia de género: a Milady de Winter, de soltera Ana de Breuil, la ahorca Athos siendo su marido; ella sobrevive, se vuelve malísima, liquida al duque de Buckhingam, D’Artagnan se la lleva al catre con engaños, y luego él y sus colegas la asesinan por la cara. Ahí tienen ustedes, en cuatrocien­tas páginas, todos los ingredient­es para que, según el nuevo canon inquisitor­ial, esa novela formidable sea desterrada de las aulas, librerías y biblioteca­s. Y sin embargo, les doy mi palabra de que su lectura, y en especial el personaje de Milady, me hicieron intuir muy temprano el mundo de las mujeres, su dura lucha, su soledad, su valor, su tragedia, su desesperac­ión, su lógica crueldad cuando llega el momento de la venganza. Me lo señalaron mejor que ninguna de las muchas idioteces con que hoy se nos bombardea cada día. De Milady, o de lo que ella dejó en aquel lector de ocho o nueve años, saldrían con el tiempo personajes como Adela de Otero, Tánger Soto, Teresa Mendoza, Macarena Bruner, Lolita Palma, Angélica de Alquézar, Mecha Inzunza y todas las otras. A Los tres mosquetero­s debo lo que luego completé con mi experienci­a y mi escritura. Si alguien me hubiera prohibido ese libro, mis novelas y mi vida serían hoy diferentes. Y les aseguro que no para mejor.

* Miembro de la Real Academia Española

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LUIS M. MORALES
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