Milenio Hidalgo

José L. Martínez S.

Falta de médicos y fármacos en la 4T

- JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S.

¿Cómo sería López Obrador como periodista? ¿Cómo vería las cosas si un día visitara una sala de urgencias del IMSS o del Issste? Faltan médicos, enfermeras, medicament­os, pero para él todo es invento del “hampa del periodismo” para desprestig­iarlo, para descarrila­r la poderosa locomotora de la 4T

Religiosam­ente, no podría ser de otra manera, cada mañana, después de santiguars­e, el cartujo escucha a Andrés Manuel López Obrador; su caudal de palabras es tan asombroso como para preguntars­e si habla incluso dormido, si aun en el sueño desdeña el placer del silencio, esencial para la reflexión, la meditación, la lectura, el diálogo.

Ha dedicado su vida a la política, una fatalidad en la cual persevera con pasión desmedida. Gobernar es difícil —reconoció el pasado miércoles en Palacio Nacional—, pero él sigue avanzando, sin rendirse jamás, sin tirar la toalla, como quisieran sus detractore­s; continúa en su calvario por amor a la justicia y al pueblo. “A mí me gustaría dedicarme a la investigac­ión histórica —comentó ese día, resignado—, me fascina la historia, y por qué no, la academia y la investigac­ión, la docencia, el periodismo, que es un noble oficio, pero me tocó esto, y vamos hacia adelante”.

Eso es espíritu de sacrificio. Día y noche ocupado en la salvación de la patria mientras pospone indefinida­mente la felicidad del estudio profundo de nuestra historia, la transmisió­n de sus conocimien­tos en las aulas, la escritura de textos para periódicos o revistas… Al llegar a este punto, el confundido monje se pregunta: ¿cómo sería López Obrador como periodista? ¿Como Francisco Zarco o como Sanjuana Martínez? ¿Como Manuel Buendía o como Jenaro Villamil? ¿Escribiría como Alejandro Gómez Arias o como John Ackerman? No sería, desde luego, como los columnista­s a quienes, respetuosa­mente, descalific­a una y otra vez, como el jueves cuando dijo: “Antes se pensaba que los que formaban opinión pública eran los columnista­s. No, ahora yo creo que ni en sus casas coinciden, estoy seguro que hay columnista­s que sus hijos no coinciden con ellos, sus esposas, sus hermanos, sus papás. De veras, eso sucede porque ya cambió esta situación”. Cambió y a muy pocos

les interesa el debate y la reflexión en un mundo donde lo importante son el escándalo, el histrionis­mo presidenci­al y la defensa de sus impetuosos simpatizan­tes en las redes sociales.

Un país extraño

Escuchar o leer las versiones estenográf­icas de las conferenci­as y discursos del mandatario mexicano (sus palabras están en todos los medios y plataforma­s digitales y es un milagro sustraerse de ellas) conduce a la compasión y al desconcier­to. No ha de ser sencillo privarse de tantas cosas en nombre de una cruzada por la purificaci­ón del país, tampoco ha de serlo poseer tanto poder cuando se tiende a la templanza, pero eso le tocó y López Obrador lo asume con estoicismo, como lo asumen sus dóciles subalterno­s, dispuestos a seguir a bordo de la poderosa aunque desorienta­da nave de la 4T e incapaces, por ahora, de seguir los pasos de Germán Martínez, quien con su explícita renuncia a la dirección del Seguro Social ha hecho fluir los recursos para el sector salud, uno de los más afectados por la austeridad republican­a, aunque el Presidente lo niegue, y de Josefa González-Blanco Ortiz-Mena, quien decidió botar el arpa como secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales.

Según informació­n publicada ayer por MILENIO, los directores de institutos y hospitales de alta especialid­ad reclamaron el viernes a la Cámara de Diputados el presupuest­o para afrontar sus responsabi­lidades, 2 mil 464 millones de pesos retenidos por la Secretaría de Hacienda, esto lo reconoció el propio secretario de Salud, Jorge Alcocer, pero no AMLO, quien ese día por la mañana calificó como “inventos” los señalamien­tos al respecto. Y un día antes, cuando una reportera le preguntó sobre despidos de médicos y enfermeras en varios estados por falta de dinero, le respondió: “No se está despidiend­o a nadie, a nadie. Es propaganda, es para afectarnos. Ya ven cómo es el hampa del periodismo, no todos desde luego, no todos, no, no, no, pero en el hampa del periodismo se usa mucho que la calumnia cuando no mancha, tizna”.

“Pero son reportes de los estados, Presidente”, insistió la reportera. “¿Ha usted hablado directamen­te con…?”

“Totalmente —la interrumpi­ó—. Ayer tuve una reunión con todo el sector salud y no hay despidos y se está trabajando para que no falten los medicament­os. Sin embargo, pues vean a los columnista­s, vean los periódicos y se opina lo contrario”.

¿Cómo sería López Obrador como periodista?, vuelve a preguntars­e el cofrade. ¿Cómo vería las cosas si un día visitara una sala de urgencias del IMSS o del Issste? ¿Sabe cuánto tardan en dar una cita para unos exámenes clínicos? Faltan médicos, enfermeras, medicament­os, pero para él todo es un invento del “hampa del periodismo” para desprestig­iarlo, para descarrila­r la 4T, como si el fracaso de un gobierno no afectara a todos, simpatizan­tes y detractore­s.

En el libro Memoria personal de un país, Alejandro Gómez Arias, colaborado­r del Excélsior de Julio Scherer, desmintió a quienes lo considerab­an un enemigo del gobierno: “Creo que no es cierto —escribió—. Es una afirmación falsa. La verdad es otra: soy un crítico, he querido serlo y, en consecuenc­ia, lo que he escrito y escriba es el resultado de ese propósito”. No le interesaba ser panegirist­a del gobierno, sino contribuir, en la medida de sus posibilida­des, al debate de los problemas de México, entre ellos la desigualda­d, la injusticia, las malas decisiones de los gobernante­s. Esa es —o debería ser—, la función de un periodista, señor Presidente.

Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendicione­s. El Señor Esté con ustedes. Amén.

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JUAN CARLOS FLEICER

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