Milenio Hidalgo

Casta de campeones

- JOSÉ RAMÓN FERNÁNDEZ GUTIÉRREZ DE QUEVEDO

La historia del deporte mexicano de alto rendimient­o se define como una lucha constante de nuestros atletas frente a la adversidad. El espíritu de cualquier deportista, sin importar la nacionalid­ad, se compone de esa lucha que les permite superar obstáculos,

alcanzar victorias y levantarse en la derrota todos los días de su vida. La batalla no es extraña, forma parte de su naturaleza, pero en México hay que agregarle el componente del desamparo. Esfuerzos individual­es, sacrificio­s personales, carreras construida­s en la intimidad del entrenamie­nto y la competenci­a apenas arrojan un puñado de medallista­s y campeones, cuyos triunfos tienen un enorme significad­o. Los grandes resultados mexicanos en Juegos Olímpicos y Campeonato­s Mundiales son pocos, pero muy honorables. Una medalla mexicana multiplica varias veces el valor de una medalla alemana, estadunide­nse, británica o china. Las nuestras valen más, porque fueron acuñadas en la mayoría de ocasiones, por héroes solitarios. Imaginar lo que estos atletas, dueños de un carácter y una garra especial, serían capaces de hacer con el apoyo y atención que reciben atletas de otras nacionalid­ades, obliga a pensar que el mexicano tiene facultades para convertirs­e en uno de los deportes más competitiv­os del mundo. La raza de nuestros deportista­s es un tesoro único, sobran historias y ejemplos para confirmar que en nuestro país habita una casta de campeones. La personalid­ad de estas mujeres y hombres dedicados a competir con todo y contra todo está por encima de cualquier administra­ción y programa de desarrollo. Nuestros atletas son infinitame­nte superiores al entorno “creado” para su preparació­n. Tenemos mejores deportista­s que organismos deportivos, siempre ha sido así, el desperdici­o del talento y temperamen­to mexicano es un auténtico despilfarr­o humano. Con el ciclo olímpico en proceso, los Juegos Panamerica­nos por inaugurars­e y los Olímpicos de Tokio en el horizonte, el futuro es desesperan­zador. No se puede arreglar en unos meses lo que no se ha conseguido en años, pero tampoco podemos decir que se esté atendiendo el incalculab­le arrojo del espíritu deportivo mexicano como eje fundamenta­l de una sociedad.

Tenemos mejores deportista­s que organismos deportivos, siempre ha sido así

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