Casta de campeones
La historia del deporte mexicano de alto rendimiento se define como una lucha constante de nuestros atletas frente a la adversidad. El espíritu de cualquier deportista, sin importar la nacionalidad, se compone de esa lucha que les permite superar obstáculos,
alcanzar victorias y levantarse en la derrota todos los días de su vida. La batalla no es extraña, forma parte de su naturaleza, pero en México hay que agregarle el componente del desamparo. Esfuerzos individuales, sacrificios personales, carreras construidas en la intimidad del entrenamiento y la competencia apenas arrojan un puñado de medallistas y campeones, cuyos triunfos tienen un enorme significado. Los grandes resultados mexicanos en Juegos Olímpicos y Campeonatos Mundiales son pocos, pero muy honorables. Una medalla mexicana multiplica varias veces el valor de una medalla alemana, estadunidense, británica o china. Las nuestras valen más, porque fueron acuñadas en la mayoría de ocasiones, por héroes solitarios. Imaginar lo que estos atletas, dueños de un carácter y una garra especial, serían capaces de hacer con el apoyo y atención que reciben atletas de otras nacionalidades, obliga a pensar que el mexicano tiene facultades para convertirse en uno de los deportes más competitivos del mundo. La raza de nuestros deportistas es un tesoro único, sobran historias y ejemplos para confirmar que en nuestro país habita una casta de campeones. La personalidad de estas mujeres y hombres dedicados a competir con todo y contra todo está por encima de cualquier administración y programa de desarrollo. Nuestros atletas son infinitamente superiores al entorno “creado” para su preparación. Tenemos mejores deportistas que organismos deportivos, siempre ha sido así, el desperdicio del talento y temperamento mexicano es un auténtico despilfarro humano. Con el ciclo olímpico en proceso, los Juegos Panamericanos por inaugurarse y los Olímpicos de Tokio en el horizonte, el futuro es desesperanzador. No se puede arreglar en unos meses lo que no se ha conseguido en años, pero tampoco podemos decir que se esté atendiendo el incalculable arrojo del espíritu deportivo mexicano como eje fundamental de una sociedad.
Tenemos mejores deportistas que organismos deportivos, siempre ha sido así