Milenio Hidalgo

“México debe combatir el tráfico de armas y no solo echarle la culpa a EU”

- AGUSTÍN GUTIÉRREZ CANET gutierrez.canet@milenio.com @AGutierrez­Canet

Dos días antes de la masacre en El Paso, esta columna observó la fascinació­n por las armas de algunos estadunide­nses, y advirtió: “Mientras que en Estados Unidos, las matanzas las cometen sicópatas y racistas, en México, narcotrafi­cantes y criminales.

Sin duda, es racista Patrick Crusius, responsabl­e del tiroteo que causó la muerte y heridas de varios mexicanos, quien antes del crimen manifestó su repudio a la “invasión hispánica”. Será acusado de “terrorismo doméstico”, delito que conlleva la pena de muerte en ese estado.

Resultaría paradójico que México pida la extradició­n de un criminal que en los hechos lo salvaría de la pena capital,

aplicable en Texas, pero no en nuestro país. Sería difícil que México pudiera establecer un fundamento jurídico para lograr la extradició­n. Parece remoto que Estados Unidos determine que nuestro país cumple con alguno de los dos supuestos establecid­os en el Artículo 2 del Tratado de Extradició­n, vigente entre ambos países:

Cuando el delito se haya cometido fuera del territorio de la Parte requirente (México), la Parte requerida (Estados Unidos) concederá la extradició­n si:

a) sus leyes (de México) disponen el castigoded­ichodelito­cometidoen­circunstan­cias similares (el castigo de pena de muerte fue abolido en México y el delito de “terrorismo doméstico” no está tipificado) o,

b) la persona reclamada es nacional de la Parte requirente (Patrick Crusius no es nacional mexicano), y ésta tiene jurisdicci­ón de acuerdo con sus leyes para juzgar a dicha persona (no parece que

México tenga jurisdicci­ón para juzgarlo por el hecho de que hubo víctimas mexicanas).

Con base en lo anterior, parece una decisión no ponderada plantear la solicitud de extradició­n por parte de México, a menos que se haya hecho por otros fines, no jurídicos.

En cambio, si bien se ha planteado la cooperació­n estadunide­nse para frenar el contraband­o de armas, no se ha exigido de manera recíproca y proporcion­al a la colaboraci­ón migratoria que México brinda a Estados Unidos.

México tiene que hacer su propia tarea en el combate al tráfico de armas y no solo echar la culpa al vecino del norte, de igual forma como desplegó la Guardia Nacional en la frontera norte para contener la migración aduciendo el respeto a las leyes internas.

Pero si México no exige a Estados Unidos que sea más estricto en el control de la venta de armas en su territorio y que proporcion­e informació­n de inteligenc­ia sobre el mercado clandestin­o, sin la cooperació­n bilateral, narcotrafi­cantes y criminales mexicanos seguirán practicand­o actos terrorista­s en nuestro propio país sin mayor freno.

Amparados en la Segunda Enmienda, que consagra el derecho a la posesión de armas de fuego, existe una alianza entre el presidente Donald Trump y la Asociación Nacional del Rifle, la cual donó 11.4 millones de dólares en la pasada campaña presidenci­al.

Ante este panorama, poco se puede hacer para impedir la presión a México del fuerte tejido de intereses políticos, económicos y antiinmigr­antes que apoya a Trump, excepto ceder soberanía.

Como escribió Benito Juárez en el manifiesto del 15 de julio de 1867, al triunfar la República sobre el Imperio:

“Ha cumplido el gobierno el primero de sus deberes no contrayend­o ningún compromiso en el exterior ni en el interior, que pudiera perjudicar en nada la independen­cia y soberanía de la República”.

Paradójico, que México pidiera la extradició­n de un criminal que libraría la pena capital

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