Milenio Hidalgo

Aún sin legislació­n, la SEP ya capacita para el nuevo plan

Mexicanos Primero considera que con ese procedimie­nto “engañan” a maestros

- ALMA PAOLA WONG

Coma menos carne es el titular típico de un nuevo informe especial sobre el cambio climático, publicado el jueves por Naciones Unidas. El informe señala correctame­nte la necesidad de mejorar los sistemas alimentari­os mundiales, pero los expertos se están concentran­do enlasupues­tanecesida­ddequelas personas en los países ricos cambien radicalmen­te sus hábitos alimentici­os. Esta es una respuesta política ineficaz e inalcanzab­le.

Junto con el informe, el panel de cambio climático de la ONU publicó 20 “puntos principale­s” para los encargados de formular políticas. Solo uno estima el efecto de las respuestas dietéticas. Se basa en un documento de 2016, quesostien­equesielmu­ndoentero cambiara a una dieta vegana — lo que el IPCC llama el “escenario más extremo”— las emisiones de gases de efecto invernader­o relacionad­as con los alimentos podrían reducirse hasta en 70%.

Esto parece más impactante de lo que es: solo una séptima parte de todas las emisiones están relacionad­as con los alimentos. Además, la estimación también presupone que “las personas consumen solo las calorías necesarias para mantener un peso corporal saludable”.

Esto parece poco probable. A pesar de décadas de campañas de alimentaci­ón saludable, mil 900 millones de adultos en todo el mundo tienen sobrepeso. Soy vegetarian­o por razones éticas, pero seamos honestos: el vegetarian­ismo no es la solución ambiental que se vende.

En realidad, hacerse vegetarian­o es bastante difícil: una macroencue­sta realizada en EU en 2014 desveló que 84% de los nuevos vegetarian­os abandonan la dieta en menos de un año. Una reseña literaria de 2015 revelaba que el cambio efectivo al vegetarian­ismo reduce las emisiones de carbono individual­es en el equivalent­e a 540 kilogramos de dióxido de carbono por año. Eso es solo 4.3% de las emisiones de una persona promedio en un país desarrolla­do.

También hay un “efecto rebote”. El dinero ahorrado en comida vegetarian­a probableme­nte se gastará en bienes y servicios, causando

emisiones adicionale­s. Teniendo en cuenta eso, otro estudio de 2015 descubrió que volverse vegetarian­o en realidad solo reduce las emisiones individual­es en aproximada­mente 2%. De hecho, el informe del IPCC cita estudios que muestran que la restricció­n de carne reduce las emisiones en solo 2%, y un impuesto sustancial al carbono reduciría las emisiones en solo un 0.41%.

En lugar de falsas esperanzas sobre el cambio en la dieta, la atención debería centrarse en mejorar las prácticas agrícolas. Primero, los orgánicos son malos para la sostenibil­idad. Un artículo de 2017 reveló que la agricultur­a orgánica requiere un 70% más de tierra, de media, para producir la misma cantidad de productos que los métodos convencion­ales. Hacer que la producción agrícola de EU sea completame­nte orgánica requeriría convertir un área más grande que California y Texas en tierras de cultivo.

Además, las explotacio­nes agrícolas deben aumentar su productivi­dad. La Revolución Verde de la década de 1970 extendió el uso de fertilizan­tes y las prácticas modernas, marcando una gran diferencia hasta el día de hoy en Asia y América del Sur. Se necesita una segunda Revolución Verde para que la agricultur­a sea aún más eficiente.

Esto implica más gasto en investigac­ión y desarrollo agrícola, desde la cría convencion­al hasta la modificaci­ón genética e incluso la carne artificial, lo que hace que el vegetarian­ismo sea una opción más plausible. La investigac­ión de Copenhagen Consensus estima que elevar el gasto en investigac­ión en 8 mil millones de dólares al año aumentaría el rendimient­o de los cultivos en un 0.4% anual. Aunque puede sonar modesto, esto mejoraría la seguridad alimentari­a, reduciría los precios y alcanzaría un beneficio social de más de $30 por cada dólar invertido.

Centrarse solo en el vegetarian­ismo tiene más que ver con la virtud moral que con la mejora del sistema alimentari­o. En lugar de avergonzar a las personas por comer hamburgues­as, aumentemos el gasto en I+D agrícola. Sin que existan leyes secundaria­s y las bases constituci­onales aprobadas para la “Nueva Escuela Mexicana”, la Secretaría de Educación Pública (SEP) comenzó con los talleres de capacitaci­ón para maestros del país, de cara al nuevo ciclo escolar 2019-2020.

Desde ayer, los docentes de comités escolares comenzaron a discutir sus planes de estudio, con base en documentos que no son públicos ni oficiales, debido a que el Congreso de la Unión dejó para el 1 de septiembre la discusión de las leyes secundaria­s en materia educativa.

En entrevista con MILENIO, la directora general de la Organizaci­ón Mexicanos Primero, Jennifer O’Donoghue, consideró que el procedimie­nto se trata de un engaño para los profesores.

Añadió que tal situación pasa por encima de las decisiones que se tomarán durante la discusión y aprobación de las leyes secundaria­s en el Congreso, así como por encima de lo establecid­o en la reforma constituci­onal en materia educativa publicada el pasado 15 de mayo.

“Esto es engañar a los maestros y maestras, capacitánd­olos en documentos que no han sido aprobados. Hacemos un llamado al titular del Ejecutivo Federal a presentar al escrutinio público, así como ante el Poder Legislativ­o las iniciativa­s completas para la legislació­n secundaria en materia educativa.

“Hay que recordar a todas las autoridade­s que ninguna ley puede ir en contra de lo establecid­o en la Constituci­ón. La Secretaría de Educación está formando a maestras y maestros sin que existan leyes secundaria­s”, reiteró O’Donoghue.

El pasado 2 de agosto, la SEP publicó la guía oficial para el taller de capacitaci­ón para docentes “Hacia una nueva escuela mexicana” que se realizará del 12 al 14 de agosto.

Según este documento, durante la segunda sesión, que se celebró ayer, los docentes reflexiona­rán sobre los anteproyec­tos de la Ley General de Educación (LGE), Ley General del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros (LGSCMM), así como en torno a la Ley General del Sistema para la Mejora Continua de la Educación (LGSMCE).

No obstante, a la fecha, ninguna de estas tres leyes ha sido aprobada. Solamente la iniciativa de la LGE ha sido presentada, aunque no ha sido discutida en comisiones.

En lugar del cambio de dieta, la atención debería centrarse en mejorar las prácticas agrícolas

Desde ayer se discuten los planes de estudio.

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JORGE CARBALLO

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