Mejorará la economía mexicana
L os presupuestos generales, recién aprobados por nuestro Congreso, van a asfixiar financieramente a casi todas las entidades federativas. El propósito declarado del Gobierno de la 4T es transferir directamente recursos a los sectores más desfavorecidos de la población, pero como no le sobra el dinero no ha tenido más remedio que recortar programas y cancelar proyectos. En los hechos, las consecuencias son las mismas que afrontan los países endeudados cuando deben someterse a las draconianas medidas de austeridad que imponen los organismos financieros internacionales para sanear sus maltrechas finanzas públicas. Estamos hablando de despidos en la Administración, de reducciones de salarios, de autopistas que se dejan de construir, de inversiones que no se realizan, en fin, es lo que Felipe González, antiguo presidente del Gobierno español, calificó en su momento de “austericidio”, un término muy apropiado.
Hay otro elemento, más allá de la suprema importancia que parecen tener ahora las políticas asistenciales: el total repudio a los Gobiernos anteriores y el consecuente desmantelamiento de cualquier programa que pueda asociarse a un pasado fatalmente marcado por la corrupción. De paso, la meta subsiguiente es proseguir la estrategia de acoso y derribo arremetiendo contra los organismos autónomos del Estado que hubieren sido parte de ese orden anterior y que necesitarían ser entonces intervenidos para acabar con su papel de meros comparsas.
Por lo pronto, nos encontramos en una situación de postración económica, en espera de las consecuencias que tendrá en la vida pública el acaparamiento político de las instituciones. Pero el estancamiento, además, no resulta únicamente de un posible diseño presupuestario sino de decisiones de política económica como detener la construcción del gran aeropuerto internacional de Ciudad de México, no acordar ya nuevas rondas de inversión en Pemex y cancelar los proyectos de generación de energía limpia en CFE. Los inversores pudieren no estar demasiado entusiasmados, es cierto, y su tibieza tener un impacto directo en los índices de crecimiento. El asunto, sin embargo, es que el propio Gobierno ha tomado medidas perjudiciales, en pesos y centavos, para la economía nacional.
Esta semana hemos tenido, con todo, buenas noticias: el Presidente de la República presentó el Acuerdo Nacional de Inversión en Infraestructura. Se desarrollarán 147 proyectos y la inversión privada alcanzará una suma en verdad considerable: 42 mil millones de dólares, de los cuales una tercera parte se destinará a la construcción de carreteras, vías de trenes suburbanos, puertos y aeropuertos.
Podemos decir que es un verdadero punto de inflexión, señoras y señores. A diferencia de la simple transferencia de recursos generados primeramente en los sectores productivos, éste es un proceso del que se derivan impuestos, nuevos empleos y bienes públicos que, a su vez, repercuten directamente en el desarrollo regional y el crecimiento económico. El gran reto de la 4T sería, justamente, no brindar meras asistencias sino integrar a todos los mexicanos en algo así.