Milenio Hidalgo

Hijos de asesinos seriales

- JOSÉ LUIS DURÁN KING operamundi@gmail.com @compalobo

Ensuartícu­lo “Serial Killers and Their Kids: It’s Complicate­d” (Psychology Today, marzo, 2019), la psicóloga forense Katherine Ramsland señala que la descendenc­ia de los asesinos en serie no suele pasarla bien con el acoso de los medios ni con la gente que conoce, por lo que no es extraño que cambien de identidad e incluso de ciudad.

Keith Hunter Jesperson sabía lo que venía para su hija Melissa, de 15 años, cuando, esposa do, en su uniforme naranja de prisión, le dijo :“Miss y, tienes que cambiar tu apellido ”.

Missy ya ni preguntó a qué venía ese consejo. La adolescent­e supo que todo lo que se decía de su padre era verdad: que había violado a varias mujeres, asesinando al menos a ocho de ellas, y que su progenitor era El Asesino de la Carita Feliz.

Para Melissa Moore (su nuevo apellido) fue muy difícil aceptar que ese hombre que por la noche la cargaba “de burrito” al llevarla a la cama fuera un predador despiadado.

De acuerdo con Michael P rice, profesor de Psicología MoralEvolu­tiva de la U ni ver sidadBr un el, Londres,l agente está programada para defender a sus familiares y ser les leal. Cada padre es diferente en el trato con sus hijos. Los asesinos seriales no son la excepción.

Cuando el estadunide­nse Israel Keyes fue capturado por matar al menos a ocho mujeres, lo primero que pensó fue en su hija pequeña. “Denme una fecha de ejecución”, solicitó a la policía .“Les doy los detalles sangriento­s que quieran, pero que sea pronto. Quiero que mi niña crezca sin tener nada de esto en la cabeza”.

El Hombre Lobo de Wysteria, Albert Fish, fue un caníbal estadunide­nse que violó a más de 100 niños y asesinó al menos a cinco de ellos. Era, también, un padre soltero, amoroso, de seis hijos. Todos ellos acudieron a testificar cuando fue detenido, sin creer que las atrocidade­s que refería la policía fueran ciertas.

Uno de los hijos señaló que, efectivame­nte, de repente veía ciertos comportami­entos extraños en su padre, pero que pensaba que era pura excentrici­dad.

Gary Ridgway, El Asesino de Río Verde, se le encontró culpable de matar a 48 mujeres, aunque él insiste que fueron 71. Con la mayor tranquilid­ad del mundo contó una anécdota ala policía que lo capturó.

Señaló que un día manejaba su camioneta por la carretera acompañado de su hijo de siete años cuando vio a una mujer que pedía aventón. Ridgway detuvo la marcha del vehículo e invitó a la dama a subir a la unidad.

En esa ocasión, Ridgway se encontraba en modo asesino, por lo que condujo a una zona boscosa. Le pidió a su hijo que esperara en la cabina de la camioneta, mientras él bajaba a “ayudar” a la mujer.

Después de tener sexo con la autoestopi­sta, Ridgway la asesinó, dejando el cadáver ala intemperie. El niño no alcanzó a darse cuenta del o que había sucedido.

En otra ocasión, nuevamente en la carretera, mientras su hijo dormía en la camioneta, Ridgway se internó en el bosque, fue hacia un cadáver en descomposi­ción de una de sus víctimas y tuvo relaciones sexuales con él.

Veinte años después, cuando un psicólogo preguntó a Ridgw ay qué hubiera hecho encaso de que su hijo se hubiera dado cuenta. “¿Lo habrías matado?”, inquirió el especialis­ta. “No, probableme­nte no. No lo sé”, respondió el individuo. ¿Probableme­nte no?

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