Milenio Hidalgo

“El linchamien­to digital a la familia LeBarón es una acción inhumana y atroz”

- Ana María Olabuenaga

No conozco este México. No conozco esta gente. Deformados por una soberbia que se funde con rencor. Desbordado­s de crueldad. Esta gente está loca. Horroriza. Yo conocía un México donde, pasara lo que pasara, la gente de bien era siempre gente de bien. ¿Dónde está? Ya da igual si este mundo binario que nos hemos construido es blanco o negro, bueno o malo; este mundo confrontad­o solo provoca dos cosas: asco y miedo. ¿De verdad somos capaces de cualquier cosa con tal de defender una posición política? A la familia LeBarón le mataron nueve personas. Nueve. Le doy los nombres para que no se olvide: Dawna, Rhonita y Christina, las mamás. Howard de 12 años, Trevor de 11, Krystal de 10, Rogan de 3 y los gemelitos Titus y Tiana de 8 meses. A balazos. Cientos. Los quemaron. Y encima de saber que la familia carga una pena que pesa muchísimo más que los nueve féretros apilados, los lincharon.

El linchamien­to digital de la semana pasada a la familia LeBarón es una acción inhumana y atroz. De esas que producen tanta rabia e indignació­n que te revienta los lagrimales. ¿Por qué los lincharon? Porque piensan que los LeBarón le pueden hacer daño a la imagen presidenci­al. Salieron para defender al Presidente. Es la misma mecánica del Aeropuerto de Texcoco, de Culiacán, de Evo, de la CNDH. Frente a una opinión adversa ante una decisión del Presidente, se arma en redes una corriente a favor que busca ser más altisonant­e y voluminosa. Todo suma: la verdad, la exageració­n y hasta el meme y la mentira. Mucho es real y orgánico: gente que votó por el Presidente y piensa que ese es su deber y que si pierde, el que queda mal no es nuestro mandatario, sino él. Mucho es amplificad­o artificial­mente por cuentas falsas; nadie sabe bien a bien pagadas por quién. El tema es posicionar titulares, hashtags:unafra seque presente una emoción con posibilida­d de contagiars­e .# Fuera LeBa ronde Me xicoe su nade ellas. Una frase malnacida que olvida la tragedia.

¡Qué ganas de haber podido apagar las redes por unas horas para que ningún miembro de la familia hubiera podido leer lo que dijeron! Escribámos­lo de nuevo: eran NIÑOS, BEBÉS. ¡Un sacerdote en contra de ellos! ¿Dónde quedó el miedo al infierno, a los tridentes y a los calderos con aceite hirviendo? Que si eran una secta ¿los NIÑOS?, que si eran promiscuos ¿los BEBÉS? Qué ganas de explicarle a la familia que no son ellos ni los niños, que simplement­e quedaron en medio de un fuego cruzado de argumentos. Una confrontac­ión absurda, binaria, imparable y estúpida. El Presidente no quiere ni necesita estas vilezas, el Presidente es el Presidente. Y ellos eran NIÑOS, BEBÉS.

A los ocho meses de edad los bebés apenas se pueden sentar solos. Solo gatean, pero al llegar a un mueble, apoyándose con todas sus fuerzas en él, se pueden parar. Repiten sílabas sin detenerse, pa-pa-pa-ta-ta-ta-ma-ma-ma. Sus manos hacen pliegues porque están muy gorditas, pero no se les caen los objetos, y es que, con el pulgar y el índice ya hacen pinza. Sin embargo, la caracterís­tica más singular que distingue esta edad en los bebés es que comienzan a tener miedo de los desconocid­os, lloran cuando se acerca uno y se abrazan a su mamá… y una cosa más, a los ocho meses entienden lo que significa NO. En qué momento se nos olvidó que no, eso no.

Escribámos­lo de nuevo: eran NIÑOS. ¡Un sacerdote contra ellos! ¿Y el miedo al infierno?

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