Va un año, ¡y le quedan cinco!
En este gobierno hay, como en todos, luces y sombras. Lo difícil es lograr un balance objetivo, pues surgen las filias y las fobias, pero considero de la mayor relevancia que la pasada elección sacó al PRI de Palacio Nacional y, como verdadera tragedia, que regresó lo peor del viejo PRI, ese del echeverriato, desconocido por las nuevas generaciones.
Un bosquejo de balance:
1) Efectivamente el nuevo gobierno ha impuesto austeridad en el gasto público, quedaron atrás los dispendios acostumbrados; lo inadmisible es que esa austeridad se ha hecho a la trompa talega, empeorando gravemente la prestación de servicios básicos y prioritarios para la población más pobre, como en salud, guarderías, mujeres maltratadas y muchos más; se han postergado muchas políticas públicas verdaderamente urgentes como en materia de justicia (policías, fiscalías y poderes judiciales).
2) El gobierno ha mantenido la disciplina fiscal, una inflación moderada y sostenido la solidez de nuestra moneda, independientemente de que se le acuse de someterse al “libreto neoliberal”.
3) Es loable, por razones de elemental justicia, el aumento considerable de apoyos directos a la población más desvalida y menesterosa. Es criticable que la disposición de esos dineros dependa exclusivamente de la decisión del Presidente, y que tengan un alto grado de opacidad y de clientelismo político. Además, no se conocen decisiones dirigidas a la emancipación de los receptores de esas dádivas, y todo indica que entre más mexicanos dependan de subsidios y becas mayor será el orgullo presidencial.
4) Sin la más mínima reflexión sobre sus consecuencias, ha habido cambios legislativos y acciones gubernamentales que ocasionan una peligrosa desconfianza en el nuevo gobierno, dentro y fuera del país. Por eso las promesas de crecimiento económico fueron pasando de seis a cuatro, a dos y a uno por ciento anual, para terminar en un patético cero.
5) Los “abrazos no balazos” han dejado el año más violento de México en los últimos tiempos. Contra ese fracaso no se conoce rectificación, solo se culpa al pasado.
6) Ha cumplido su promesa de “al diablo con sus instituciones”. Es constante el acecho a todo poder que no sea el suyo; los órganos constitucionalmente autónomos son sus preferidos. La felonía contra la CNDH fue de lo más nauseabundo… y sigue el INE.
7) En política internacional pide para México “no intervención”, pero es groseramente injerencista en Bolivia.
8) Lo más grave: el luchador social, impoluto y redentor, sin ley que lo someta, no es presidente de todos los mexicanos, sigue en campaña injuriando y mintiendo sin pudor (peleándose hasta con Hernán Cortés). Eso sí, frente a Trump: yes, mister. La mañanera de ayer en el Zócalo, con acarreados, le salió “requetebién”, y… ¡le quedan cinco años!