Empatía con el VIH
Hay gente a la que le vale verga nuestro diagnóstico. Tener o no VIH ya no es una noticia relevante, lo que importa son las estadísticas de quienes somos seropositivos, candidatos a la enfermedad del sida que desde 1983 despertó pánico mundial y nacieron los prejuicios y la ignorancia hacia nosotros. Pero, ¿saben qué? Es una ventaja sabernos mortales, levantarnos, ser resilientes. Oportunidades que da la vida para aprender a ser.
Muéranse de envidia: asumimos la felicidad como principio,nolapseudonovelaparacausarcompasión.Vivimoscon VIH como tener diabetes, cáncer, hipertensión o colitis crónica. Somos generaciones que no conocieron los primeros casos de los años 80, que cayeron como pájaros sin oxígeno por la contaminación. Una tragedia. Pero la ciencia avanzó y los medicamentos nos han llevado a ser indetectables, sin peligro de transmitir el virus a nadie más.
No renunciamos al sexo, al contrario. Decidimos nuestro derecho a vivir en plenitud, con los cuidados a la salud. Y claro, las personas que vivimos con VIH tenemos estigmas interiorizados. ¿Quién me va a querer así, para coger? Pues fíjense que siempre aparece alguien por ahí, dispuesto a compartir la experiencia, quitándose los velos de la estupidez que prodiga gente como Mauricio Clark, o religiosos de la Edad Media. Hemos aprendido a contestar al lenguaje de exclusión por el acercamiento a la información. Hasta los medios de comunicación han aprendido que el sida es una cosa mortal, sí, pero vivir con VIH es un ejercicio de conciencia para sobrevivir como cualquiera. Solo muere el que no se cuida.
¿Decir a la familia, a tus seres queridos que tienes VIH? Sinreddeapoyo,cuidado.Sabemosquiénessoninsensiblesy pocoentiendendecienciaysexualidad.Paraesos,laomisión. La visibilidad es para mí mismo. Porque existimos, necesitamos ser nombrados. Y dar la cara a la sociedad es vital para influir en las políticas públicas, exigir derechos humanos y denunciar a quienes lucran con los medicamentos. El clóset avala la homofobia y quizá por eso hay que abrirnos públicamente,peroconelapoyodelacomunidad,tusmáscercanos. Que nadie sea excluido del trabajo por tener VIH.
El Estado tiene y debe garantizar medicinas de última generación. Antes que el miedo a quedarse sin el tratamiento, ladefensadenuestrosderechos.Sihemoshabladomásde30 añosdelosbeneficiosdelcondón,igualhayquehacerlacrítica a la condonización. Que no sea el Estado el que nos impida derribar estigmas religiosos. Virus del VIH no es muerte. Solo basta con garantizar que nadie fallezca por sida. Ni lástima ni admiración: empatía con el VIH. Lo demás son esfuerzos como el de todos, para vivir.
Alejandro Castillo, actor porno, Antonio Bertrán, cronista de primera en el diario Metro; Alain Pinzón y Víctor Esteban, activistas; Rodolfo de la Garza, diseñador gráfico, y Juan Pablo Caisero, de Inspira Cambio —que organizó la mesa, en complicidad con la Clínica Condesa.
Hice este discurso con sus palabras. Jóvenes ellos, generaciones nuevas que, sin temor enfrentan a una sociedad que aún no sabe nada del VIH, ni el cáncer, ni la diabetes. Quizá por eso hay tanta colitis crónica... ¡Aliviánense!
Vivir con el virus es un ejercicio de conciencia para sobrevivir como cualquiera