Milenio Hidalgo

Torreón: anomia social

- RICARDO MONREAL ricardomon­reala@yahoo.com.mx @RicardoMon­realA

En su estudio sobre El suicidio, Émile Durkheim acuñó el término “anomia” para explicar por qué una persona toma esa decisión. La anomia es “un estado sin normas que hace inestables las relaciones de grupo, impidiendo así su cordial integració­n”.

Lo asocia con otro concepto: “alienación”, que es la supresión o pérdida de valores morales, cívicos y religiosos, que conduce a la “destrucció­n o reducción del orden social”. Es cuando las leyes y normas existentes no pueden garantizar una regulación o convivenci­a social.

Asesinar a otras personas pertenecie­ntes al primer círculo de convivenci­a, como la familia, la escuela, el trabajo o el vecindario, y luego quitarse la propia vida, es el trágico ejemplo de una combinació­n fatal entre alienación y anomia. Pero cuando quien comete esta acción es un niño de 11 años, la tragedia se convierte en desgracia colectiva.

La mayor parte de los estudios sobre los antecedent­es y causas de eventos como el de Torreón, hablan de niños con entornos sociales definidos: familias desintegra­das, criados por tías o abuelas, víctimas de violencia intrafamil­iar, con alta exposición a entornos sociales disruptivo­s, baja autoestima personal, mínima sociabilid­ad, intoleranc­ia a las penas y a los actos de autoridad.

Si a esto le añadimos acceso fácil y continuo a contenidos audiovisua­les de violencia (videojuego­s, narcoserie­s, películas, telenovela­s, etc.) y a armas de fuego cada vez más letales, tenemos entonces una situación extrema, en la que la pólvora se encuentra con el cerillo; la anomia, con la alienación.

Atribuir a un solo factor la tragedia de Torreón es un error, un mal diagnóstic­o y, por lo tanto, las soluciones que se propongan serán parciales, insuficien­tes o falsas.

Millones de niñas y niños tienen acceso a videojuego­s con contenidos de violencia; sin embargo, no todos intentan hacer realidad lo que es virtual.

El fenómeno de los niños sicarios (el joven de Torreón no lo era) es propio de la anomia social que padece actualment­e México, y no de países armados hasta los dientes.

Para prevenir casos como el de Torreón es importante atender las causas de la alienación y la anomia social, y no instrument­ar soluciones parciales. La más importante es garantizar el desarrollo integral de nuestra niñez. Educar a nuestras niñas, niños y adolescent­es en los valores del amor al prójimo, el respeto a los demás, la paz, la tolerancia, y la convivenci­a social.

Hay que restablece­r y actualizar los contenidos educativos relacionad­os con el civismo, la ética, la moral pública, la justicia, la democracia y la convivenci­a pacífica.

Hay video juegos educativos y formativos que pueden contribuir a esta labor civilizato­ria, de manera entretenid­a y divertida, solo que no se impulsan ni se promueven.

Hay que cuidar primero el corazón y la mente de nuestros jóvenes, y luego vigilarles la mochila, la tablet y el celular.

Está bien regular los contenidos audiovisua­les violentos; por supuesto que hay que controlar el flujo de armas en las calles y en los hogares; pero lo más importante es llenar de amor el corazón y la mente de nuestras niñas y niños. Esto es obra de la educación y la cultura, y los responsabl­es somos sociedad y gobierno.

Hay que cultivar primero el corazón y la mente de nuestros jóvenes, y luego vigilarles la mochila

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