Una paloma de Patrick Süskind
Patrick Süskind escribió El perfume en 1985 y tuvo éxito. La producción cinematográfica dirigida por Tom Tykwer (2006), después convertida en serie televisiva, aun causó más interés en la novela, pero no necesariamente en él, quien ha escrito otros títulos, como La paloma (Seix Barral), menos retomado pero quizá sea el que mejor demuestra la sensibilidad y el prolijo estilo del novelista, aún vivo, que discretamente ha cesado de publicar.
La historia es la de un incidente que parece el primer paso del protagonista, Jonathan Noel, hacia la locura y cuyo ánimo reflexivo motiva aquel trance mental fecundado entre hechos pasados que repercuten en terror. Una verdad antigua surge novedosa: el ser humano adquiere capacidad de remontar adversidades. La debacle emocional motivada por algo nimio afecta en él de forma funesta: desde abandonar su casa a descuidar gravemente los deberes que cumplía: “permanecía en los escalones de mármol del banco y montaba guardia desde hacía ya treinta años, sin miedo, sin dudas, sin el menor sentimiento de insatisfacción y sin expresión hosca, hasta el día de hoy”.
Escenificada en París, durante el tiempo presente, un percance imprevisto y nada trascendental basta para que la existencia de Noel (quien no consideraba que algo pudiera perturbarlo luego de que los nazis asesinaron a sus padres) quede trastornada: un ave se posa en el alféizar de la ventana y lo observa. Süskind, iconoclasta del sosiego, niega devolverle valor e ingenio al sujeto, que debe odiar el mundo antes de recuperar la paz.
Cualquier pormenor cobra dimensiones aterradoras en la imaginación. Tras perder dominio de uno mismo basta con permitirlo y que surjan alucinaciones como un “don de edificar, sobre la paradoja o la rareza aparente”. Igual que surge puede esfumarse el temor: al final la paloma huye.
Una verdad antigua surge: el ser humano adquiere capacidad de remontar adversidades