Disfrazar la realidad
Cada vez se escucha con mayor frecuencia la frase “nueva normalidad” y se corre el riesgo de aceptarse como un enunciado permitido y válido, cuando se trata de un absurdo desde el rigor del idioma español. Rumbo a la salida del confinamiento obligado por la pandemia, el gobierno federal describe el futuro como la próxima “nueva normalidad”.Sies“nueva”noexisteantecedente; no es entonces “normal”. Cuando regresemos del aislamiento será, efectivamente un tiempo nuevo, pero, sin duda muy diferente al anterior en muchos aspectos y por tanto fuera de la normalidad conocida hasta entonces. “Nueva Normalidad” es una contradicción, una aberración. Además del error a la luz de la semántica, la frase redactada desde la esfera de Poder federal pretende matizar un escenario próximo. Los siguientes meses serán muy difíciles especialmente en elaspectoeconómico.Aningúngobierno leatraecomunicarlealpueblounasevera situación como la que se acerca.
El futuro (inmediato) será diferente, para mal en lo económico. Decirlo así de crudo es refutar los propios planes de gobierno, promesas y objetivos. Es casi aceptar un fracaso. Es más fácil esconderse detrás de palabras ambiguas. Es un vicio del lenguaje político que evade responsabilidadesysostienelasapariencias.
Al repetir mil veces la frase no se convertirá en verdad, pero si el martilleo es persistente, los oídos se acostumbrarán aeseruidoalgradodeaceptarloenelprocesomentalsubconsciente.Esunatrampadelapropagandapolíticamuyantigua, pero efectiva cuando encuentra las condiciones propicias. No obstante, en la circunstancia actual, el gobierno federal la usa en táctica defensiva. Trasluce culpa. Disfrazar la realidad es una de las caras más odiosas de la demagogias.