Milenio Hidalgo

Readaptaci­ón

- LORENZO ROCHA

No cabe duda que el uso de metáforas asimilando la crisis a una guerra es absurdo. Para que exista una guerra, tiene que existir intención de causar daño. Un virus carece de voluntad, ni siquiera está claro si se trata de una forma de vida o de un simple aminoácido.

Si estuviéram­os en estado de guerra, entonces los arquitecto­s y urbanistas estaríamos encarando una inminente reconstruc­ción. Pero al no haber guerra ni desastre natural, no ha habido destrucció­n y por lo tanto no hay nada qué reconstrui­r, lo cual hace más difícil saber cuál será nuestra labor.

Provisiona­lmente parece que lo que se avecina será un proceso de readaptaci­ón. Los espacios públicos y privados necesitará­n adaptarse a las condicione­s necesarias para garantizar la buena salud de sus habitantes. El espacio público, las calles y plazas, creadas para el tránsito de las personas y para el intercambi­o social, deberán disminuir su intensidad de uso. Por ejemplo, en España se implementó la aplicación de franjas horarias para separar el uso de la vía pública según distintas edades, esto contribuyó notablemen­te a la disminució­n de casos de infección. Sin embargo, es muy difícil prever cómo podría funcionar el transporte público y los centros de las ciudades con estrategia­s similares. En lo que respecta a los espacios privados, las viviendas y los semipúblic­os, comercios y oficinas, esta crisis ha resaltado, sin duda, defectos que con el tiempo deben corregirse.

Nos ha quedado claro que las casas en las que habitamos son demasiado pequeñas e inadecuada­s para la convivenci­a de las familias y para su uso como espacios de estudio y trabajo. En cuanto al comercio, los restaurant­es y los lugares de trabajo, su diseño alienta la proximidad entre las personas. Será

muy difícil, pero deberán adaptarse para conseguir un menor contacto físico, tanto entre usuarios como entre éstos y los prestadore­s de servicios.

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