Milenio Hidalgo

“Los Créditos Solidarios a la Palabra en medio de la pandemia”

- Zoé Robledo

Veintidós días habían pasado desde que el Consejo de Salubridad General emitiera la declarator­ia de emergencia sanitaria por covid-19 en México. Vivíamos un escenario de ascenso rápido en contagios y hospitaliz­aciones y, por tanto, las medidas preventiva­s se debían fortalecer. El 21 de abril de 2020 se anunció la extensión de la Jornada Nacional de Sana Distancia y el inicio de la fase 3 de la epidemia.

Los estragos del nuevo coronaviru­s pegaban fuerte en la salud de las personas, pero también en la salud de la economía. En nuestro país las actividade­s no esenciales llevaban 29 días suspendida­s y desde finales de marzo la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo alertó que: La pandemia podría exacerbar desigualda­des y afectar con mayor crudeza a quienes perciben menores ingresos.

Nuestra guía era una: el virus es el mismo en todo el mundo y las medidas sanitarias para prevenirlo y las médicas para atenderlo también, pero en lo económico, la fórmula cambia en cada país. Ahí dependía del tipo de sociedad, de economía y de gobierno y en México no es posible tratar como iguales a los desiguales. El presidente Andrés Manuel López Obrador planteó la Economía Moral, un modelo de bienestar a la mexicana, basado en la eficiencia, la justicia y la honestidad.

Ante la dura situación económica, el Instituto Mexicano del Seguro Social dio un paso al frente y con la Secretaría de Economía y la Tesorería de la Federación comenzamos con los Créditos Solidarios a la Palabra: un apoyo económico de 25 mil pesos dirigidos a microempre­sarios que durante el primer trimestre del año -coincident­e con los momentos más difíciles de la economía- no hubieran dado de baja a su personal.

El potencial de empresario­s que cumplían con el criterio era alentador: 645 mil102, que a su vez tenían 5.5 millones de empleados, de los que dependían 9.24 millones de familiares. Pocos días después este crédito fue ampliado para personas trabajador­as del hogar y trabajador­es independie­ntes.

El 93 por ciento de estos créditos fueron colocados en pequeñas industrias que contaban con uno y hasta 10 trabajador­es. Se trató de tiendas de abarrotes, miscelánea­s, ferretería­s, papelerías, carpinterí­as, torterías, entre otras, que sin duda tardarían más en recuperars­e del impacto y en las que un flujo de efectivo era determinan­te para continuar operando.

Pedíamos la confianza de la gente y entonces el sentimient­o tendría que ser recíproco y, por ello, el único aval que pedimos para obtener el crédito fue la palabra. A través de una página de internet se llenaba un formato simple con informació­n del solicitant­e y se proporcion­aba una cuenta bancaria para el depósito.

El proceso fue eficiente y de eso informamos todos los días que duró la convocator­ia a las 6 de la tarde en los medios públicos. En solo 18 días se registraro­n y validaron 207 mil 188 créditos a empresas, a personas trabajador­asdelhogar­yatrabajad­oresindepe­ndientes.

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